Por: Emilio Gutiérrez Yance
El tiempo es como un río, dicen. No podemos tocar la misma agua dos veces, porque no volverá a pasar. Y es cierto. La vida en Mompox ha cambiado mucho con el paso de los años. Recuerdo las historias de mi abuela, que me contaba sobre cómo los campesinos se levantaban temprano para trabajar en el campo, montados en sus burros. Eran tiempos difíciles, pero también eran tiempos de simplicidad y tranquilidad.
La imagen de un campesino montado en su burro, con un tinto caliente en la mano, es una estampa que se ha perdido en el tiempo. La hornilla de barro, el posillo sin oreja, la charla amena sobre el cultivo y la vida diaria… todo eso forma parte de un pasado que se desvanece.
Hoy en día, las motocicletas han reemplazado a los burros y burras que eran la compañera perfecta de aquellos hombres destinados a la soledad. Es un cambio que refleja la evolución de la sociedad, pero también es un recordatorio de lo que hemos perdido en el camino.
La memoria de aquellos tiempos sigue viva en la mente de algunos, pero pronto será solo un recuerdo lejano. Es importante recordar y valorar la historia de nuestros antepasados, que trabajaban duro en el campo y se apoyaban en sus animales de carga para sobrevivir.
El burro, ese animal noble y fiel, merece ser recordado como un símbolo de un pasado que, aunque difícil, fue también una época de simplicidad y conexión con la naturaleza.
