Lo que debía ser una jornada más del fútbol profesional colombiano terminó en caos en el estadio Sierra Nevada. El duelo entre Unión Magdalena y Once Caldas, correspondiente a la fecha 17 de la Liga I-2025, fue suspendido en el minuto 78 tras una invasión masiva de hinchas enfurecidos por la derrota parcial de su equipo.
La chispa que encendió la violencia fue el gol de Dayro Moreno, que puso en ventaja al Once Caldas al minuto 63. Minutos después, una expulsión dejó al Unión con diez jugadores. El ambiente se tornó cada vez más tenso hasta que estalló por completo: decenas de aficionados rompieron las barreras de seguridad y entraron al campo.
Lo que siguió fue un escenario caótico. Jugadores corriendo hacia los camerinos, cuerpos técnicos buscando resguardo, y la Policía intentando contener una situación que claramente los superaba. Hubo agresiones a uniformados y daños materiales en las graderías. La terna arbitral tuvo que abandonar el terreno de juego en medio de la incertidumbre.
Este no es un caso aislado. El estadio Sierra Nevada ya ha sido testigo de otros episodios similares, reflejo de una frustración que va más allá del marcador. La crisis deportiva que atraviesa el club parece estar exacerbando la tensión entre los hinchas, pero nada justifica la violencia.
El Ministerio del Interior, a través de un comunicado, rechazó los hechos y llamó a la cordura: “Hacemos un llamado a todos los aficionados a mantener el respeto por los demás hinchas, los jugadores y el escenario deportivo”.
Aún no se sabe si el partido será reprogramado. Por ahora, queda en manos de la Comisión Disciplinaria de la liga decidir las sanciones que podrían recaer sobre el club samario y los responsables de los actos vandálicos.
Mientras tanto, el fútbol colombiano vuelve a cargar con una pregunta incómoda pero urgente:
