Viviana Vargas Ávila, actual asesora de la Dirección de Seguridad, Convivencia Ciudadana y Gobierno del Ministerio del Interior, ha denunciado públicamente al nuevo presidente de la Sociedad de Activos Especiales (SAE), Diego Cancino, por acoso sexual. Esta acusación resalta una problemática alarmante dentro del ámbito político, donde las dinámicas de poder pueden ser explotadas de manera abusiva.
La situación se desencadenó el 9 de octubre, cuando Vargas, de 31 años, contactó a Cancino en busca de oportunidades laborales. Su relación se remontaba a un encuentro previo cuando él era concejal de Bogotá. Tras su reencuentro en el Ministerio del Interior, y con su contrato próximo a finalizar, la joven decidió buscar asesoría de Cancino.
Después de intercambiar mensajes, Cancino la invitó a almorzar a su apartamento. Inicialmente, la reunión parecía profesional; sin embargo, se tornó rápidamente en un episodio de acoso. Según la denuncia que ha sido presentada ante la Fiscalía, la conversación comenzó en un tono político, pero después de un par de copas de vino, la situación se tornó peligrosa.
Cancino, tras elogiar a Vargas, comenzó a tocarla sin su consentimiento. A pesar de que ella intentó establecer límites claros y rechazó sus avances, el funcionario continuó con sus intentos de acercamiento. Vargas relata que, incluso después de alejarse, Cancino persistió en tocarla y abrazarla, desdibujando la línea entre lo profesional y lo personal.
A medida que avanzaba la tarde, la incomodidad de Vargas creció. A pesar de estar acompañada por amigos que llegaron más tarde, Cancino no cesó en su comportamiento. Vargas hizo un esfuerzo consciente por mantener la conversación en un ámbito laboral, mientras él la desviaba hacia temas personales y la presionaba para que bailara con él.
El momento culminante ocurrió cerca de las 11 de la noche, cuando Cancino, tras un incidente donde aparentemente se cayó de la cama, intentó besarla nuevamente. Ante esto, Vargas logró zafarse y abandonó el lugar acompañada de sus amigos.
Las pruebas de la denuncia son contundentes. Conversaciones entre ambos, en las que Vargas le reprocha a Cancino su comportamiento, muestran cómo él admite que “estuvo mal”. En estos intercambios, ella enfatiza su incomodidad y la falta de respeto hacia sus límites, reiterando que su interés en Cancino era estrictamente profesional. A pesar de su claridad, Cancino continuó intentando contactarla, enviándole mensajes insistentes incluso después de ser nombrado presidente de la SAE.
Vargas, con una formación académica sólida como administradora de empresas y magíster en políticas públicas, ha trabajado durante trece años como defensora de derechos humanos. Su decisión de hablar abiertamente sobre esta experiencia difícil no solo busca hacer justicia personal, sino también resaltar la vulnerabilidad de muchas mujeres en entornos laborales dominados por hombres en posiciones de poder.
En sus propias palabras, Vargas reflexionó sobre la cultura de acoso que persiste en el ámbito político, donde las mujeres pueden ser objeto de abuso. En un contexto donde las denuncias de acoso son a menudo minimizadas o ignoradas, su testimonio se convierte en un llamado a la acción.
El caso también presenta un dilema para el presidente Gustavo Petro, quien ha abordado previamente el tema del acoso sexual en el ámbito político. Su respuesta a la denuncia de Vargas será crucial, ya que podría sentar un precedente sobre cómo se manejan estas situaciones dentro de su administración. A través de un enfoque firme y responsable, Petro tiene la oportunidad de demostrar que las denuncias de acoso no solo se toman en serio, sino que también llevan a consecuencias reales para quienes abusan de su poder.
Este episodio no solo subraya la necesidad de un entorno laboral más seguro y equitativo, sino que también invita a una reflexión más profunda sobre cómo se gestionan las relaciones de poder en la política. La lucha contra el acoso sexual debe ser un compromiso colectivo, donde se garantice que todas las voces sean escuchadas y se actúe en consecuencia. La historia de Viviana Vargas es un recordatorio de que el cambio es posible, pero requiere valentía y apoyo para romper el silencio y enfrentar la cultura del abuso.
Fuente: Revista Cambio