lunes, noviembre 3, 2025

EE. UU. y su narcotráfico invisible: cómo funciona el mayor mercado de drogas del mundo sin grandes capos visibles

Estados Unidos es el mayor consumidor de drogas ilegales del planeta, pero a diferencia de lo que ocurre en América Latina, su narcotráfico carece de figuras públicas, grandes carteles o capos con rostro. No existen estructuras criminales que controlen toda la cadena —desde la producción hasta la distribución—, sino una red difusa, extendida y silenciosa que opera en todo su territorio.

Expertos en crimen organizado y la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) coinciden en que la forma en que se mueve la droga dentro del país es única: altamente fragmentada, sin líderes notorios y con miles de intermediarios locales que garantizan el flujo constante de estupefacientes hacia los consumidores.

Un sistema descentralizado

La Evaluación Nacional de Amenazas de Drogas 2024 de la DEA describe el panorama del narcotráfico en EE. UU. como una estructura “de múltiples niveles y baja visibilidad”, donde confluyen organizaciones locales, pandillas y redes de transporte que actúan como intermediarios entre los grandes proveedores extranjeros y los mercados urbanos.

Los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, entre otros grupos latinoamericanos, son responsables de ingresar gran parte de la cocaína, heroína, metanfetaminas y fentanilo que se consume en el país. Sin embargo, una vez la droga cruza la frontera, el control pasa a manos de ciudadanos estadounidenses, que la almacenan, fraccionan y distribuyen a través de redes minoristas.

El investigador y periodista Jesús Esquivel, autor de varios estudios sobre narcotráfico transnacional, explica que esta estrategia de delegación reduce riesgos para los carteles extranjeros:

“Las organizaciones mexicanas no tienen oficinas ni cuarteles dentro de Estados Unidos. Prefieren utilizar intermediarios locales que se diseminan fácilmente en la sociedad. Es un modelo diseñado para operar sin rostro y evitar la exposición mediática.”

La telaraña interna del narcotráfico

Las rutas de distribución dentro del territorio estadounidense se parecen más a una telaraña que a una jerarquía. A partir de los llamados compradores mayoristas, la droga se redistribuye a nivel regional mediante alianzas con pandillas locales, clubes de motociclistas y redes de transporte que dominan los barrios o ciudades donde operan.

Según estimaciones de la DEA, solo el mercado de cocaína mueve anualmente más de 100.000 millones de dólares en Estados Unidos. A ello se suman otras drogas como la marihuana —legal en varios estados pero aún controlada en parte por el mercado negro—, las metanfetaminas, la heroína y especialmente el fentanilo, un opioide sintético responsable de más de 80.000 muertes por sobredosis en 2023.

Los grupos locales tienen funciones especializadas: unos se encargan del transporte, otros del almacenamiento, la distribución minorista o el lavado de dinero. La mayoría de sus miembros no tienen vínculos directos con los carteles latinoamericanos, aunque sí mantienen una relación comercial estable.

El economista y analista de crimen organizado Hernando Zuleta sostiene que uno de los elementos más característicos del narcotráfico en EE. UU. es el perfil discreto de sus operadores:

“No existe el narcotraficante ostentoso o armado que se ve en América Latina. En Estados Unidos, los líderes de estas redes se camuflan entre empresarios, trabajadores o ciudadanos comunes. Es una forma de poder económico invisible, sostenido en el silencio y la fragmentación.”

Control y sofisticación

La infraestructura de distribución interna en EE. UU. es altamente sofisticada. En los últimos años, las autoridades han detectado túneles transfronterizos con sistemas eléctricos, ventilación y rieles, especialmente en la zona de San Diego y Arizona. También se han descubierto laboratorios clandestinos de metanfetamina y fentanilo en estados como California, Texas y Ohio.

La DEA ha identificado ocho grandes centros logísticos donde se concentra el transporte y distribución de drogas: el sur de California, Arizona, Texas, Chicago, Atlanta, Nueva York, Filadelfia y Miami. Desde esos puntos, las sustancias se redistribuyen a miles de mercados locales.

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A nivel minorista, pandillas urbanas y grupos de motociclistas controlan barrios enteros. Estas organizaciones cuentan con estructuras jerárquicas internas, sistemas de comunicación encriptados y mecanismos de lavado de dinero a través de negocios legales.

Un informe del Departamento de Justicia publicado en agosto de 2024 advierte que el narcotráfico en Estados Unidos se ha fusionado con el crimen cibernético y financiero. “El uso de criptomonedas, aplicaciones de mensajería cifrada y transacciones digitales ha permitido a las redes criminales moverse con una eficiencia y discreción sin precedentes”, señala el documento.

La paradoja del consumidor

El caso estadounidense presenta una paradoja: es el país con mayor poder policial, pero también el mayor consumidor. El sistema judicial y penitenciario concentra miles de casos relacionados con microtráfico, pero las grandes estructuras financieras que sostienen el negocio permanecen intactas.

“La fragmentación del narcotráfico en EE. UU. lo hace más difícil de erradicar”, explica el investigador Falco Ernst, del International Crisis Group. “A diferencia de México o Colombia, aquí no se trata de derribar un capo o desmantelar un cartel, sino de atacar una red descentralizada compuesta por miles de células interconectadas.

El académico agrega que esta característica impide identificar líderes claros o figuras mediáticas del narcotráfico:

“No hay un rostro único. Lo que existe es un modelo mixto, donde confluyen intereses locales y extranjeros. Es un sistema empresarial criminal que se adapta a las condiciones de cada territorio.”

DEA badge

Un modelo sin rostro

El narcotráfico estadounidense no tiene un “rey” ni un cartel nacional. Es una estructura invisible sostenida por millones de transacciones diarias, pequeñas y medianas, que mantienen vivo el flujo de drogas en un país con un consumo estimado de más de 4 millones de usuarios activos de sustancias ilícitas.

Para las autoridades, la lucha contra este fenómeno no pasa solo por las incautaciones, sino por políticas de salud pública y educación que reduzcan la demanda. Sin embargo, mientras exista el mercado, las redes seguirán operando con la misma eficacia y bajo perfil.

“La distancia entre la producción en América Latina y el consumo en Estados Unidos prácticamente no existe”, concluye Esquivel. “El narcotráfico ya no depende de grandes capos. Depende de miles de operadores invisibles que garantizan que la mercancía llegue a destino.”

Economía y Finanzas

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