Por Madia Muskus Psicóloga
Byung-Chul Han, el reciente galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, ha repicado con impulso en el ámbito de la Psicología, donde su diagnóstico de la sociedad actual se lee como un estudio de la “psicopatología de la hipermodernidad”.
En su discurso, Han atacó la «ilusión de la libertad» neoliberal: la afirmación de que somos libres de lograrlo todo, lo cual en realidad se convierte en una autoexplotación más eficiente que cualquier tiranía. La Psicología Clínica observa que esta dinámica es la causa directa del auge del burnout, un colapso que no es visto como un fallo del sistema, sino como una insuficiencia personal, cargando al individuo con una culpa devastadora.
El influjo del neoliberalismo ha sacudido profundamente la educación. Las instituciones educativas, especialmente las universidades, han apadrinado la lógica del rendimiento y la competencia empresarial. Los estudiantes son tratados cada vez más como «clientes» o «inversores» de su propio capital humano, donde el valor se mide por la empleabilidad y las métricas de productividad, no por la formación humanista o el pensamiento crítico. Este cambio fomenta la ansiedad y el estrés desde temprana edad, preparando al sujeto para la autoexplotación continua.
Así mismo, Han también alertó sobre la erosión social de la era digital. La hiperconexión a través de smartphones y redes no genera vínculos auténticos, sino un narcisismo colectivo que consume la empatía y reduce al otro a un espejo, aumentando la soledad y la agresividad. Convirtiéndose en el caldo de cultivo perfecto para la propagación de bulos (noticias falsas) que destruyen la confianza y el debate racional, elementos fundamentales de la democracia.
Han concluyó su intervención con un guiño de humor, aludiendo a Sócrates, cuya crítica le valió la condena a muerte, mientras que a él lo honraron con un premio. Este sarcasmo subraya la paradoja: la sociedad reconoce al crítico, pero a menudo ignora la urgencia de su alarma. Finalmente, el malestar generalizado no es una enfermedad individual, sino el síntoma de un sistema de rendimiento que agota el alma y destruye la comunidad.







