Por años, su voz fue sinónimo de amor, nostalgia y ternura. Hoy, el silencio pesa más.
En Buenos Aires, lejos de su Villa Mercedes natal, Yaco Monti se despidió del mundo a los 80 años, dejando atrás no solo una carrera brillante, sino una forma muy particular de entender la música: la del sentimiento genuino, sin artificios.
Era el cantor romántico de San Luis. El hombre que cantaba al amor con palabras simples pero profundas, que encontraba en cada adiós una canción, y en cada regreso, una esperanza. Su legado está escrito en baladas eternas como «Volveré a San Luis» y «Un dolor de adiós», himnos que acompañaron generaciones de corazones heridos o enamorados.
De una fiambrería al escenario internacional
Nadie habría apostado que Julio César Eugenio —su verdadero nombre—, aprendiz de electricista aeronáutico, terminaría llenando teatros y conquistando escenarios en América Latina y Europa. La música, como en muchas historias inolvidables, llegó por casualidad.
Cantó una noche en una cantina de Palermo, solo por gusto. Pero lo escucharon. Un productor lo alentó a probar suerte en Uruguay y, sin saberlo, ahí comenzó todo. Ganó un concurso, y al volver, ya lo esperaba Pipo Mancera para mostrarlo en televisión. Era 1966, y su voz se abría paso entre las de una generación dorada.

Romántico por convicción, no por moda
Yaco no fue un romántico ocasional. Lo suyo era una elección estética y espiritual. Su estilo —una fusión elegante entre la balada y el folclore cuyano— lo convirtió en una figura única dentro de la música popular argentina. El público lo amaba por eso: por no traicionar nunca su esencia.
Su consagración llegó ese mismo 1966, cuando el Festival de la Canción de Parque del Plata, en Uruguay, lo consagró tras una interpretación que todavía hoy estremece a quienes la recuerdan: «Siempre te recordaré».
Desde entonces, su camino fue imparable: EMI Odeon, giras internacionales, discos, aplausos. Yaco Monti era ya una figura, pero siempre conservó esa humildad que traía desde San Luis.

Un artista completo, más allá del escenario
También incursionó en el cine, como en Escala musical y Escándalo en la familia, compartiendo escena con íconos como Niní Marshall. Su música fue interpretada por otros grandes: Leonardo Favio, Los Pulpos, Imelda Miller… todos reconocieron en Monti a un compositor con alma.
En 1969, su talento lo llevó a París, donde grabó un álbum doble con Frank Pourcel, uno de los más grandes directores de orquesta de Europa. No muchos lo saben, pero ese trabajo consolidó aún más su lugar en el mapa internacional de la música melódica.
Una vida guiada por la fe y la familia
Su nombre artístico no fue casual: “Yaco”, por una figura bíblica; “Monti”, en honor a su madre. Fue un hombre de fe, de valores tradicionales, profundamente apegado a su familia.
Tuvo tres hijos, dos de los cuales —Facundo y Jonathan— siguieron su camino en la música. Con ellos compartió no solo el arte, sino también los escenarios y la pasión de cantar desde el corazón.
Una despedida a la altura de una leyenda
El 18 de septiembre, su familia confirmó su fallecimiento a través de un mensaje que conmovió a miles:
“Con una pena inmensa tengo que anunciar la partida de mi padre. ¡Se va el más grande! Padre, hermano y amigo, hasta siempre, viejo querido”.
Hoy, San Luis lo llora como se llora a un hijo querido. Y en cada rincón de América donde su voz alguna vez sonó, resuena el eco de un hombre que supo amar a través de la música.
Yaco Monti ya no está, pero sus canciones seguirán recordándonos que el amor, aún con dolor, siempre vale la pena ser cantado.