A los 91 años, falleció Giorgio Armani, el diseñador italiano que convirtió la sobriedad en arte y la elegancia en una forma de vida. Se apagó en Milán, la ciudad que vio crecer su imperio y desde donde dictó por décadas lo que significaba vestir con clase.
Armani no solo fue un diseñador: fue un revolucionario. Dejó atrás sus estudios de medicina para sumergirse en el universo de la sastrería, donde encontró su verdadera vocación. En 1975 fundó su casa de moda, y desde entonces cambió para siempre la manera en que el mundo entendía el vestir masculino —y luego también el femenino— con sus líneas limpias, su paleta neutra y una estética atemporal que hablaba de poder sin ostentación.

El cine fue uno de sus grandes aliados. Vestir a Richard Gere en American Gigolo marcó un antes y un después en la relación entre moda y Hollywood. Luego vinieron Los Intocables, Buenos Muchachos (Goodfellas), The Dark Knight y muchas más. Armani no solo diseñó ropa: creó personajes, definió estilos, construyó atmósferas.

Pero su huella también tocó el deporte. Fue el encargado de vestir a la Juventus, al Napoli y a la selección italiana, demostrando que el estilo no termina cuando empieza el juego. Sus trajes impecables desfilaron en canchas, estadios y podios.
En homenaje a su legado, Milán abrirá las puertas del Teatro alla Scala, donde se instalará una capilla ardiente para despedir a uno de sus hijos más ilustres. Se espera la asistencia de figuras del mundo de la moda, el arte, el deporte y la política.
Giorgio Armani se va, pero su legado permanece. Queda su estilo, su visión, su manera única de hacer que el mundo luzca mejor.