En el barrio Ciudadela 20 de Julio, una mujer vive un calvario tras convertirse en blanco de un grupo de delincuentes que no han dudado en usar la crueldad y el miedo como su principal arma.
Primero fueron llamadas por WhatsApp. Después, mensajes que nunca respondía. Pero lo peor llegó cuando su teléfono vibró con una notificación distinta: un video.
En la grabación, un fusil sobre una sábana blanca, municiones que tintinean al ser movidas con la mano izquierda del extorsionista y una voz distorsionada que no deja lugar a dudas: “Este fusil que tenemos acá y las balas que tenemos acá te las vamos a hacer llegar… si no te comunicas, te damos bala allá en el cuarto piso donde vive”.
La amenaza fue directa, personalizada, nombrándola sin titubeos. Los delincuentes aseguraron saber con quién vive, en qué piso, e incluso advirtieron que conocen a su madre. “Tienes que colaborar sí o sí”, remata el criminal en el video, mientras insiste en que ya es el segundo llamado que le hacen.
Pero no se quedaron ahí. A la mujer le han enviado fotografías de familiares y datos íntimos de su pareja, de sus padres y hasta de un hermano que reside en el extranjero. Un claro mensaje de que no solo la vigilan a ella, sino también a quienes más quiere.


La estrategia es evidente: sembrar terror hasta doblegarla. Una extorsión que va más allá del dinero, pues juega con la sensación de vulnerabilidad y la seguridad de toda una familia.
Las autoridades ya conocen del caso y avanzan en las indagaciones, pero mientras tanto, la víctima enfrenta el peso de convivir con el miedo y la amenaza constante de que cualquiera de esos disparos de los que hablan en el video, termine tocando a su puerta.