En lo que pudo ser una tragedia, una embarcación metálica que se preparaba para zarpar desde un puerto en El Banco, Magdalena, terminó hundida a orillas del río Magdalena, justo antes de iniciar su viaje hacia Altos del Rosario, en el sur de Bolívar.
A bordo viajaban 15 personas y una carga que, según los propios pasajeros, superaba con creces los límites de seguridad: materiales de construcción, cilindros de gas, víveres y abarrotes apilados sin control. Fue precisamente esa sobrecarga, producto de la imprudencia o simple codicia de los propietarios, la que habría provocado el hundimiento.
Afortunadamente, la tragedia fue evitada gracias a la rápida reacción de la comunidad ribereña, que no dudó en lanzarse al rescate, ayudando a evacuar a los pasajeros y a salvar parte de la mercancía.


“Esto se veía venir, llenan esas canoas como si fueran barcos de carga y no les importa si hay gente adentro”, dijo uno de los testigos.
Este nuevo incidente reabre el debate sobre la regulación del transporte fluvial en la región, donde muchos de estos viajes se hacen al margen de controles, poniendo en riesgo la vida de pasajeros y tripulantes. ¿Tendrá que pasar una tragedia mayor para que se tomen medidas?