En los barrios del sur de Barranquilla, en los semáforos, en los mercados y en las voces temerosas de los comerciantes, hay una palabra que se repite como un mantra de angustia: extorsión. Es una sombra que acecha a diario y una realidad con la que se convive entre miedo, silencio y pago obligatorio. Por eso, cuando el Gobierno anunció la mesa de diálogo con los jefes de ‘Los Pepes’ y ‘Los Costeños’, muchos se preguntaron: ¿es el fin del cobro por “vacuna”?
Pero la respuesta, según expertos, no es tan alentadora.
“Es improbable que se acabe la extorsión con estos diálogos”, dice con franqueza Luis Trejos, docente de la Universidad del Norte y conocedor profundo del conflicto en la región Caribe. Su análisis va al fondo: las bandas no solo extorsionan por poder, lo hacen porque es su principal fuente de financiación, porque —como él mismo lo explica— estas organizaciones pagan nómina, operan como empresas del crimen.
El Gobierno de Gustavo Petro, en su apuesta por la “paz total”, ha convocado a figuras como Digno Palomino y alias ‘Castor’ a sentarse en una mesa con acompañamiento de la Gobernación del Atlántico y la Alcaldía de Barranquilla. Una mesa que, aunque genera esperanza en algunos sectores, no borra las cicatrices que el crimen ha dejado en otros.

El ruido de las cifras
En junio se registraron 74 homicidios en el Atlántico, 45 de ellos en Barranquilla. En lo que va del año, más de 460 asesinatos sacuden las estadísticas. La mayoría, según los informes policiales, producto de disputas entre estas dos estructuras criminales.
Y no son simples números. Son vidas, familias, negocios cerrados, miedo colectivo.
Para Trejos, el primer paso en esta negociación no será erradicar la extorsión, sino reducir los homicidios, ese parece ser el objetivo inmediato del Gobierno, según también lo señaló el ministro del Interior, Armando Benedetti.
“La extorsión no va a desaparecer. Puede bajar, sí. Pero no va a dejar de existir mientras sigan necesitando financiarse para sostener a sus miembros”, insiste Trejos. Y agrega que la efectividad de esta mesa dependerá de la presión del Estado, la seriedad de los negociadores y el verdadero compromiso de los criminales sentados al otro lado de la mesa.

¿Negociación o estrategia criminal?
La preocupación es legítima. ¿Y si lo que buscan es fortalecerse? ¿Y si solo se sientan para ganar tiempo, reacomodarse, y luego volver con más fuerza?
Por eso, el investigador propone algo clave: una caracterización profunda y real de ambas estructuras criminales, saber cuántos son, cómo operan, cuántos jóvenes reclutan y qué rutas dominan. Según el gobernador Eduardo Verano, al menos 2.000 jóvenes hacen parte de estas bandas, muchos de ellos menores de edad usados como piezas útiles para el microtráfico.
¿Es posible un pacto de paz con estructuras que siguen reclutando niños?
¿Paz o pacto de impunidad?
La mesa podría avanzar, sí. Pero para muchos expertos y ciudadanos de a pie, la extorsión no termina con firmas ni fotos oficiales. Termina con oportunidades reales para los jóvenes, con justicia que funcione, con presencia del Estado en las zonas que hoy domina el crimen.
Por ahora, lo único cierto es que el miedo sigue rondando los locales comerciales, los buses urbanos y los barrios del suroccidente de Barranquilla. Los dueños de negocios aún preguntan si esta mesa servirá para algo más que titulares. La esperanza es tibia. La desconfianza, más real.
Y la extorsión, al menos por ahora, sigue ahí. Cobrándose puntualmente.