Mientras el país aún intenta digerir el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay, una imagen en WhatsApp ha comenzado a despertar preguntas que van más allá del disparo: una mujer en moto, supuestamente la abuela del atacante, aparece como foto de perfil en un número que habría sido rastreado por las autoridades.
¿Quién es?
¿Qué papel juega en la historia de este joven de 15 años que, con un arma en la mano y una vida rota a cuestas, disparó contra un político en plena tarima?
Las respuestas, por ahora, son esquivas.
Han pasado casi siete días desde que el atentado en el barrio Modelia sacudió al país. El agresor, un adolescente criado entre carencias, microtráfico y abandono institucional, permanece bajo custodia en el búnker de la Fiscalía. Los investigadores siguen buscando en los detalles de su vida –y en su celular– las claves para entender qué motivó un intento de magnicidio.
Una infancia entre escombros y silencio
En un recorrido hecho por El Colombiano, periodistas visitaron el barrio donde creció el joven. Lo que encontraron fue un paisaje repetido en tantas esquinas invisibles de Bogotá: parques convertidos en expendios, adolescentes atrapados entre la adicción y la falta de opciones, y un silencio que pesa más que el plomo.
“Lo vimos crecer ahí. Él y su parche se la pasaban en la olla. De vez en cuando vendían, pero más que todo consumían”, dijo un vecino. Muchos lo recuerdan como un niño callado, marcado por la tragedia desde temprano: su madre murió cuando él era pequeño, y su padre se fue como mercenario a Ucrania, dejando al menor al cuidado de su abuela.
La mujer en la moto
Ese eslabón familiar cobra relevancia hoy. Fuentes citadas por el diario aseguran que el número de celular registrado a nombre de la abuela del menor aparece en WhatsApp con una fotografía sospechosa: una mujer joven, montada en una motocicleta negra, tomada en una calle del barrio. Aunque el teléfono está apagado, esa imagen se ha convertido en un nuevo punto de atención para los investigadores. ¿Es ella? ¿Tiene relación con los autores intelectuales? ¿Es la misma mujer que, según cámaras de seguridad, habría dado instrucciones al joven minutos antes del disparo?
El “man de la olla” y las sombras que no se ven
Uno de los puntos más inquietantes del caso es la mención del menor, tras ser capturado, al llamado “man de la olla”. En los bajos fondos del barrio, ese alias se traduce en una figura de poder: “Copper”, identificado como el responsable de una red de microtráfico que opera desde casas de invasión. Es allí donde se expenden hidromorfona, éxtasis y otras drogas, muchas de ellas dirigidas a consumidores adolescentes.
Testimonios recogidos por medios locales indican que el atacante expresó su voluntad de colaborar con la Fiscalía y revelar los nombres de quienes realmente controlan la estructura delictiva que, todo apunta, terminó usándolo como pieza descartable en un juego mucho más grande.
Más que un atentado, una radiografía del abandono
Las motivaciones exactas detrás del ataque siguen sin confirmarse: ¿Un acto por dinero? ¿Un encargo de bandas criminales? ¿Un gesto de venganza disfrazado de misión? La Fiscalía rastrea grabaciones, conexiones y posibles vínculos con disidencias armadas. Pero mientras las hipótesis se multiplican, una realidad queda al desnudo: un adolescente, atrapado por el entorno, fue empujado al extremo.
El caso Miguel Uribe no solo será recordado por el disparo que no logró matarlo, sino por la fotografía que sí podría desnudar una red entera. Una mujer en una moto. Un barrio que ya no cree en nadie. Y un país donde los menores siguen siendo carne de cañón para las mafias que operan con total impunidad.