La paradoja persiste: en tiempos de sequía, los ríos se agotan, y durante las lluvias, la turbiedad interrumpe el suministro. Residentes y turistas sufren la escasez de agua potable desde el lunes, mientras la Essmar lucha contra los altos niveles de turbiedad en el Río Gaira.
Hoteles y residencias se ven obligados a contratar carrotanques a precios exorbitantes, mientras las facturas del acueducto siguen llegando puntualmente. ¿Es justo que los ciudadanos paguen doble por un servicio que no reciben? ¿Qué medidas concretas se están tomando para solucionar este problema recurrente?
En los barrios residenciales, la situación es aún más crítica. Los residentes almacenan agua en recipientes improvisados, mientras esperan la llegada de un carrotanque o se ven obligados a comprar botellones. ¿Cómo afecta esta situación la calidad de vida de los samarios? ¿Qué alternativas se están ofreciendo a las familias más vulnerables?
La Essmar asegura estar monitoreando la turbiedad del agua y trabajando para restablecer el servicio lo antes posible. Sin embargo, la falta de una solución a largo plazo genera frustración y desconfianza entre los ciudadanos. ¿Por qué Santa Marta sigue dependiendo del clima para tener agua? ¿Cuándo se invertirán los recursos necesarios para construir una infraestructura más robusta y adaptable?
La temporada de lluvias apenas comienza, y los altos niveles de turbiedad en el Río Gaira podrían prolongarse durante semanas. ¿Qué planes de contingencia se han implementado para garantizar el suministro de agua potable a la población? ¿Cómo se protegerá la economía del turismo, que se ve gravemente afectada por esta crisis?

Los samarios se preguntan:
¿Quién responde por la falta de agua en Santa Marta?
¿Cuándo dejarán de sufrir por esta situación recurrente?
¿Qué acciones concretas se tomarán para garantizar el acceso al agua potable, un derecho fundamental para todos los ciudadanos?


Santa Marta: 500 años de historia y aún sin agua potable
Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, celebra este año su quingentésimo aniversario, pero lo hace con una crisis de agua potable que persiste desde hace décadas. A pesar de contar con dos ríos que podrían abastecer a sus más de 600.000 habitantes, la población enfrenta dificultades para acceder al recurso vital.
Desde el lunes 5 de mayo, sectores como El Rodadero, Gaira, Aeromar, La Paz y Cristo Rey han experimentado escasez de agua. La Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta (Essmar) suspendió temporalmente la operación de la Planta de Tratamiento de Agua Potable El Roble debido a los altos niveles de turbiedad en el río Gaira, causados por las recientes lluvias. Esta suspensión ha afectado la distribución de agua en el sector sur de la ciudad, incluyendo áreas turísticas y residenciales.

La falta de agua ha obligado a hoteles y residencias a contratar carrotanques a precios elevados, mientras que los residentes deben almacenar agua en recipientes improvisados o comprar botellones. Además, las facturas del servicio de acueducto siguen llegando puntualmente, generando indignación entre los ciudadanos. La situación se agrava con la llegada de la temporada de lluvias, que podría prolongar la turbiedad en el río Gaira durante semanas.
A pesar de las promesas de soluciones definitivas, no existe un proyecto viabilizado ni financiado para resolver este problema histórico. Expertos en gestión de recursos hídricos señalan la falta de voluntad política como una de las principales causas de la crisis. La ciudad sigue dependiendo del clima para tener agua, sin una infraestructura robusta y adaptable que garantice el suministro.

Los samarios se preguntan: ¿quién es responsable de la falta de agua en Santa Marta? La situación pone en evidencia la necesidad urgente de inversiones en infraestructura y una gestión eficiente del recurso hídrico. Mientras tanto, los ciudadanos continúan sufriendo las consecuencias de una crisis que parece no tener fin.
La celebración de los 500 años de Santa Marta debería ser una oportunidad para reflexionar sobre el futuro de la ciudad y garantizar que todos sus habitantes tengan acceso al agua potable, un derecho fundamental que aún está lejos de ser una realidad.