Mientras en redes sociales se alardea con entusiasmo sobre la canalización del arroyo de la 85, en las calles la gente aún esquiva huecos, trancones y promesas que parecían eternas. “¡El arroyo pronto llegará a su fin!”, dice el exalcalde y actual mandatario con tono de héroe urbano, olvidando —convenientemente— que el arroyo se convirtió en un dolor de cabeza colectivo durante años, y buena parte por falta de gestión oportuna.
La obra, que ahora se vende como el nuevo orgullo del cemento costeño, se prometió hace varias administraciones. Desde entonces, vecinos del sector han tenido que lidiar con calles cerradas, comerciantes afectados, demoras inexplicables y un paisaje de polvo y caos disfrazado de “progreso en marcha”.
Sí, la vía quedará con sus tres carriles, zonas verdes y hasta parqueaderos —porque eso nunca falta—, pero ¿cuánto costó realmente esta espera? ¿Cuántos negocios bajaron sus santamarías en la espera del tan soñado canal?
La frase del título, «Ñerda, la embarré con este arroyo», quizás no la ha dicho el alcalde, pero bien podría haberla pensado más de una vez, especialmente cuando las críticas no se ocultan tras renderizados bonitos ni hashtags optimistas.
Al final, cuando corten la cinta, esperemos que también corten con la costumbre de vender como “milagros” los proyectos que simplemente se debieron hacer a tiempo y sin tanto show.