jueves, mayo 1, 2025

La historia poco conocida de la otra espada de Bolívar: un símbolo disputado en el corazón del poder colombiano

Una espada desenvainada. Una orden presidencial. Y ahora, una inesperada revelación: en Colombia no hay una, sino dos espadas atribuidas al Libertador Simón Bolívar, y ambas están en manos del poder político.

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Fue el 7 de agosto, minutos después de asumir oficialmente la Presidencia, cuando Gustavo Petro pronunció una de sus primeras frases que marcarían su gobierno: “Como presidente de Colombia, le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar”. Con ese acto simbólico, el mandatario no solo evocó el espíritu de lucha del prócer independentista, sino que también reavivó la memoria de uno de los capítulos más controvertidos de la historia reciente del país: el robo de la espada por parte del grupo guerrillero M-19 en 1974, con la promesa de no devolverla hasta que la libertad fuese una realidad para el pueblo.

Para Petro, esa espada representa más que una reliquia.

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Es un símbolo vivo del proyecto de emancipación continental de Bolívar. No la quiere envainada, como adorno; la prefiere al descubierto, recordando las palabras del Libertador que el M-19 dejó impresas en la nota que acompañó el hurto: “No envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi pueblo no esté totalmente asegurada”.

El arma, que tras múltiples idas y vueltas estuvo oculta en Cuba y fue finalmente devuelta en 1991 como parte del acuerdo de paz con el M-19, está hoy bajo custodia presidencial en la Casa de Nariño. Es un objeto cargado de historia, con detalles distintivos: un mango que ostenta el escudo de la Gran Colombia, las tres estrellas del generalato, y grabados con hojas de olivo —símbolo ancestral de la paz.

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Pero en medio de este relato ya conocido, emerge un giro inesperado: hay otra espada. También atribuida a Bolívar. También en Colombia. Y también en poder de un alto funcionario del Estado.

Este segundo ejemplar, cuya existencia había pasado desapercibida para muchos, está en manos de un funcionario de alto nivel que ha manifestado su voluntad de donarla a uno de los grandes museos encargados de preservar el legado del Libertador. A diferencia del arma custodiada por Petro, esta no fue robada ni devuelta tras años de clandestinidad. Se trata de una pieza que, según fuentes cercanas, habría sido un obsequio diplomático o militar, como solía hacerse en la época independentista.

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¿Es esta la verdadera espada de combate de Bolívar?

No hay consenso. Lo cierto es que en aquella época no era extraño que los altos mandos militares intercambiaran espadas como símbolos de respeto o reconocimiento. El valor histórico de ambas piezas está en disputa, pero su carga simbólica, en pleno siglo XXI, no deja de ser profundamente política.

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Más allá de cuál sea la auténtica espada de Bolívar, lo que queda claro es que el legado del Libertador sigue siendo un terreno en disputa. Y ahora, su imagen se multiplica —no solo en libros de historia, monumentos o discursos— sino también, literalmente, en las oficinas del poder.

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