Este miércoles, Laura Sarabia volverá a ser protagonista. No por sus funciones como canciller, ni por sus viajes oficiales, sino por un cara a cara con la justicia. La exjefa de gabinete del presidente Petro declarará ante la Fiscalía en un caso que la enfrenta con una de las figuras más poderosas del actual gobierno: Armando Benedetti, su antiguo jefe y ahora colega en el Consejo de Ministros.
El escenario es tan simbólico como tenso. Sarabia regresó de Roma, donde acompañaba a la primera dama Verónica Alcocer en el funeral del papa Francisco, para cumplir con la cita judicial. La Fiscalía la espera con un expediente abierto por las agresiones verbales y presiones políticas que Benedetti ejerció sobre ella en 2023, cuando aún era embajador en Venezuela.
Las pruebas no son pocas ni menores. Semana reveló audios en los que Benedetti arremete con insultos, amenazas y exigencias de poder. “Nos vamos a la cárcel todos (…) A Benedetti no se le encierra”, se le oye decir en uno de ellos. Exigía, en tono impositivo, ser incluido en el gabinete. Finalmente lo logró. Pero las secuelas de aquel episodio no se cerraron con un nombramiento.
Desde Osaka, Japón, Sarabia pidió que la investigación tomara impulso. El contexto no puede ser más sensible: Benedetti ha admitido públicamente tener problemas con el consumo de drogas y haber pasado por rehabilitación. Además, la Fiscalía mantiene bajo reserva información delicada amparada por el Protocolo de Belém do Pará, el cual protege a las mujeres víctimas de violencia política.
La canciller ha entregado nuevos audios, hasta ahora desconocidos por la opinión pública. Uno de ellos menciona, sin ambages, un supuesto acuerdo soterrado con el exfiscal Gabriel Jaimes, quien llevaba las investigaciones contra Benedetti antes de que recuperara fuero. Esa línea de investigación incluía posibles delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, pero fue archivada en silencio.
Ahora Sarabia parece dispuesta a contar más. Pero hay un obstáculo: muchas de sus conversaciones con Benedetti ocurrieron en medio de la campaña presidencial, un terreno minado que el gobierno prefiere mantener en las sombras. Aislar los hechos personales del contexto político no será fácil.
Esta situación pone en aprietos al presidente Petro. En medio de rumores sobre la salida de Sarabia del gabinete, ella respondió con firmeza: “Ni yo he renunciado ni el presidente me ha pedido la renuncia”. Sin embargo, la lealtad del mandatario parece estar con Benedetti, a quien ha blindado a costa de sacrificar figuras clave como Susana Muhamad o Alexander López. Incluso la vicepresidenta Francia Márquez ha perdido protagonismo.
La historia de Sarabia y Benedetti atraviesa el gobierno Petro como una herida abierta. Ambos cayeron en desgracia, ambos regresaron, y ahora comparten el mismo Consejo de Ministros. Pero la confianza está rota. “Desde que dejó de ser mi secretaria no me importa lo que haga o deje de hacer”, dijo Benedetti con desdén.
La tensión ya no se esconde. Y lo que ocurra esta semana en la Fiscalía podría marcar un antes y un después en el ya desgastado equilibrio del poder dentro del gabinete presidencial.