Lo que debía ser una noche de recogimiento y devoción se convirtió en horror. Eran cerca de las 9:30 de la noche del Jueves Santo cuando una fuerte explosión sacudió el corazón del municipio de La Plata, en el Huila. Una motocicleta cargada con explosivos estalló frente a un hotel, a pocos metros de la estación de Policía, justo cuando decenas de personas salían de la iglesia tras los actos litúrgicos.
La escena fue de caos total: llamas, vidrios rotos, humo denso y gritos. En medio del desconcierto, dos jóvenes perdieron la vida. Se trataba de los hermanos Luisa Fernanda Trujillo Peña, de 19 años, y Sergio Trujillo Peña, de 17. Otros 24 ciudadanos resultaron heridos, muchos de ellos con quemaduras y lesiones por esquirlas.

“En este hecho resultaron asesinadas dos personas y, de manera preliminar, 24 lesionadas”, confirmó el coronel Carlos Sierra, comandante encargado de la Policía del Huila.
La explosión dejó una estela de dolor justo en una jornada marcada por la espiritualidad. Las redes sociales se llenaron rápidamente de imágenes de la tragedia, en las que se ve a feligreses huyendo despavoridos, cubiertos de polvo y desconcierto.
El gobernador del Huila, Rodrigo Villalba, condenó el hecho a través de su cuenta en X: “Condeno el cobarde atentado terrorista en La Plata. Mi solidaridad con las familias afectadas, con los plateños, gente buena y trabajadora, y con nuestra Policía”.
Este atentado no fue el único del día. En Mondomo, Cauca, otro carro bomba estalló por la mañana, cobrándose la vida de una mujer. Dos actos violentos en un mismo Jueves Santo, en dos regiones históricamente golpeadas por el conflicto.

Ambos ataques ocurrieron apenas horas después de que el Gobierno Nacional anunciara que no prorrogaría el cese al fuego con el Estado Mayor de los Bloques (EMB), disidencia de las FARC, tras 18 meses de tregua. La decisión, comunicada por carta a las delegaciones de paz, generó tensiones y deja en el aire el rumbo del proceso conocido como “Paz Total”.
Lo que pasó en La Plata es más que un atentado: es un grito urgente por seguridad, por justicia y por claridad en un proceso de paz que hoy parece, nuevamente, tambalearse entre las balas.