sábado, abril 19, 2025

Rebolo al «Rojo Vivo» entre la herencia cultural y la sombra del crimen

En lo que va del 2025, el histórico barrio Rebolo, ubicado en el suroriente de Barranquilla, ha sido escenario de una preocupante escalada de violencia. Dieciséis personas han perdido la vida en hechos que, según las autoridades, están directamente relacionados con la disputa territorial entre las bandas criminales ‘Los Costeños’ y ‘Los Pepes’, quienes se enfrentan por el control del microtráfico y las extorsiones en la zona.

Rebolo, donde alguna vez nació el Junior de Barranquilla en la casa de doña Micaela Lavalle, guarda una historia profundamente ligada a la identidad cultural de la ciudad. Sin embargo, esa esencia ha quedado opacada por una realidad marcada por el crimen, el miedo y la desconfianza.

Un barrio entre dos fuegos

Desde los años 90, Rebolo ha sido catalogado como una “zona roja”. Aunque los rótulos estigmatizan, en este caso parecen reflejar la crudeza de los hechos: homicidios, hurtos, violencia intrafamiliar y otros delitos han convertido al sector en uno de los más inseguros de Barranquilla.

En apenas tres meses y medio de este año, la cifra de asesinatos ya asciende a 16. Nombres como el de Erika Yamile Gómez Rueda, víctima de feminicidio el pasado 19 de marzo, y los hermanos Nesmar y Robert Segundo Brito De La Hoz, forman parte de un listado doloroso que evidencia una fractura social profunda.

Otros nombres completan la tragedia: Deiner Steven Camargo Charris, Samuel David Suárez Herrera, Víctor Iván Barrios Contreras, Jesús Arrieta, Manuel Salvador Hernández González, Rubén Darío Rocha Giraldo, Carlos Daniel Vanegas, Erwin José Torres Vides, Ali David Berrío Ariza, Martín José Correa Pacheco y Marcos Antonio Morales Mayo.

Un mapa del delito

Más allá de los asesinatos, la situación en Rebolo se agrava con otros delitos: 40 hurtos a personas, 17 casos de lesiones personales, igual número de hechos de violencia intrafamiliar y 13 robos de celulares. La delincuencia común se entrelaza con el crimen organizado, afectando la cotidianidad de una comunidad que, a pesar de todo, sigue resistiendo.

Rebolo 2

Ante este panorama, la Policía Metropolitana ha intensificado los operativos. Hasta la fecha, han sido capturadas 127 personas por diferentes delitos. De ellas, 61 por porte ilegal de armas y 28 por tráfico de drogas. También se reportan capturas por homicidio, extorsión, feminicidio, abuso sexual a menores, corrupción de productos médicos y hasta peculado por apropiación.

El general Edwin Urrego, comandante de la Policía, ha anunciado una batería de medidas estratégicas: desde patrullas virtuales para monitorear redes sociales hasta el uso de inteligencia artificial para anticiparse a los delitos. La apuesta institucional también incluye mayor articulación entre cuadrantes, mejor capacitación del personal policial y alianzas con más de 4.800 empresas en el frente de seguridad empresarial.

La otra cara: la apuesta por la transformación

Pese al panorama sombrío, hay una luz encendida en el horizonte. El 16 de marzo se dio inicio a la segunda fase del Gran Malecón del Suroriente, una megaobra liderada por el Distrito como parte de una ambiciosa estrategia de transformación social.

Esta iniciativa, que comenzó con la adecuación del arroyo de Rebolo, ya cubre más de 1.300 metros y en su nueva etapa sumará otros 400 metros lineales. No se trata solo de concreto: el proyecto busca resignificar el espacio urbano, devolverle a la comunidad su espacio, su memoria y su orgullo.

Rebolo Malecon

El alcalde Alex Char ha sido enfático en su visión: «No venimos a tapar por tapar. Todo tiene una intención: crear un lugar seguro, caminable, iluminado, que conecte con la gente y le rinda homenaje a la historia y cultura del Suroriente».

Barrios como Rebolo, Montes, Las Nieves y La Chinita —cada uno con una identidad propia— son protagonistas de este esfuerzo por recuperar lo que el miedo y la violencia han ido arrebatando.

Un barrio que resiste

A pesar de las cifras rojas, Rebolo no es solo un epicentro de violencia. Es también un símbolo de resiliencia, un lugar donde la tradición lucha por sobrevivir al crimen. La comunidad, aunque golpeada, no ha renunciado a su derecho a vivir en paz.

Las obras de infraestructura, los planes de seguridad y la vigilancia constante son importantes. Pero el verdadero cambio, coinciden líderes comunitarios, debe surgir del corazón del barrio, de un proceso social profundo que devuelva el sentido de pertenencia y cohesión.

En Rebolo, el futuro aún está por escribirse. Entre el fuego cruzado del crimen y las promesas de transformación, la esperanza sigue viva. Aunque hoy parezca un volcán en erupción, muchos sueñan con el día en que solo el sonido de los tambores y la alegría del carnaval retumbe por sus calles.

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