miércoles, marzo 19, 2025

Gran marcha en Barranquilla: El día en que el pueblo le habló al Congreso

Por: JeGman

La marcha no empezó con un grito, sino con el murmullo de pasos que se fueron sumando desde distintos rincones de la ciudad. Era apenas la mañana y ya la sede del SENA, en la calle 30, comenzaba a llenarse de rostros curtidos por el trabajo, de voces jóvenes con pancartas en alto, de tambores, cantos y banderas. La ciudad, esa que tantas veces ha guardado silencio ante las decisiones del poder, esta vez decidió hablar. Y lo hizo en voz alta.

Eran más de 100 mil personas. Adultos mayores, madres cabeza de hogar, comunidades indígenas, jóvenes, trabajadores, sindicalistas, artistas, campesinos y estudiantes. Una marea humana que avanzó con firmeza por el Boulevard de Simón Bolívar hasta llegar a la rotonda de la calle 17. La consigna: defender las reformas sociales propuestas por el Gobierno Nacional y rechazar el bloqueo legislativo del Congreso.

Pero más allá de una marcha, fue una jornada con tono de advertencia: el pueblo está dispuesto a asumir el rol de protagonista político si quienes legislan siguen dándole la espalda a sus demandas históricas.

La voz de la calle: discursos que resonaron como proclamas

Entre la multitud se encontraba Máximo Noriega, líder social y vocero de Fuerza Ciudadana. Subido sobre una tarima improvisada, con voz encendida y tono combativo, lanzó una sentencia que resonó como eco colectivo:

“Sin pueblo no hay campo, y sin reforma no hay justicia. Lo que hizo el Congreso fue una canallada. Hoy estamos aquí para decirles que no nos vamos a quedar cruzados de brazos mientras negocian los derechos de los trabajadores.”

Noriega, enfático, llamó a no esperar más del Congreso y a respaldar la consulta popular como camino legítimo para que el pueblo decida:

“El cambio no se mendiga, se conquista. El pueblo ya eligió este rumbo y no permitiremos que unos pocos saboteen lo que nos ha costado décadas construir.”

A su lado, Verónica Patiño, gestora solidaria de Fuerza Ciudadana, subrayó el papel clave de las mujeres en esta transformación:

“Hoy marchamos porque estamos hartas de ser invisibles. Las mujeres somos motor del cambio y no aceptamos más reformas que perpetúen la desigualdad. Queremos resultados, no discursos vacíos.”

Los sindicatos: la reforma es un mandato del pueblo

La movilización también fue respaldada con fuerza por el sector sindical. Henry Rada, vicepresidente de ADEA, calificó la marcha como una demostración clara de respaldo popular:

“Esto es más que una manifestación: es un acto de conciencia colectiva. Colombia necesita una reforma estructural en educación, salud y empleo. Ya no se trata de ideología, se trata de dignidad.”

Por su parte, Carlos Noriega, presidente de ADEA, fue directo al señalar la responsabilidad del Congreso:

“Muchos congresistas no legislan para el país, sino para sus propios intereses. Y lo que están haciendo con la reforma laboral es traicionar al pueblo. Si no lo entienden, tendrán que enfrentarse a la decisión del constituyente primario en la consulta popular.”

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Una marcha que deja lecciones

La protesta también visibilizó temas largamente postergados: el reconocimiento de derechos a aprendices, el pago justo por las jornadas nocturnas, el respeto a los festivos, y la necesidad de construir un sistema pensional digno y universal.

El mensaje fue claro: la democracia no se ejerce solo en las urnas, también en las calles.

“Nos han esclavizado bajo una democracia ficticia. Hoy reclamamos libertad, justicia social y distribución real de la riqueza. Esto no se trata solo del Gobierno del Cambio, se trata del pueblo colombiano recuperando su dignidad”, expresó Noriega mientras la marcha seguía su rumbo.

Epílogo de una jornada histórica

La movilización de Barranquilla no fue un acto aislado, sino parte de una creciente ola de inconformidad que recorre el país. La calle, muchas veces silenciada o ignorada, se convirtió en un escenario político de primer orden. Y mientras en el Congreso se acumulan los debates, los aplazamientos y los vetos, en las plazas públicas se consolidan decisiones que podrían marcar el futuro inmediato del país.

La consulta popular ya no es solo una propuesta del Gobierno. Para muchos, se ha convertido en el plan B del pueblo frente a un Congreso que parece vivir de espaldas a la realidad nacional.

Porque cuando el poder se encierra en los salones del Capitolio, es la calle la que vuelve a escribir la historia.

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