Antonio regresó al mismo sitio donde todo ocurrió.
Se sentó sobre una piedra, frente al horizonte gris de Playa Salguero, y volvió a mirar el mar con la esperanza de encontrar alguna señal, una respuesta, algo.
Pero solo vio olas. Y el mismo silencio que lo atormenta desde el domingo, cuando su amigo Wilson Javier Martínez desapareció sin dejar rastro.
Esa tarde, ambos pescaban tranquilos, riéndose, conversando como siempre lo hacían. Era su ritual de descanso, una forma de escapar del ruido de la ciudad. Pero, en cuestión de segundos, la calma se volvió tragedia.
Wilson se metió al agua para sacar la cava donde guardaban el pescado del día… y no volvió a salir.
Antonio recuerda el instante con una mezcla de impotencia y culpa. Dice que corrió, gritó, pidió ayuda, pero el mar no respondió.
Desde entonces no ha querido hablar con nadie. Solo a la familia de Wilson le contó lo que pasó. “Fue muy rápido, no me dio tiempo de nada”, repite una y otra vez.

Cuatro días sin respuestas
Han pasado cuatro días de angustia, de oraciones y de búsqueda incansable.
La familia de Wilson asegura que los operativos de rescate no han sido profundos ni constantes, y que incluso fueron notificados de una posible suspensión de las labores de búsqueda, lo que ha multiplicado su desesperación.
“Necesitamos buzos, necesitamos que sigan buscándolo. No pueden dejar esto así”, clama su madre, entre lágrimas, frente a los medios.
Asegura que han pedido ayuda directa al alcalde de Santa Marta, Carlos Pinedo Cuello, para que ordene refuerzos con buzos profesionales y equipos especializados que permitan rastrear el fondo marino en la zona donde Wilson desapareció.
Hasta ahora, no hay señales de su cuerpo, ni objetos flotantes, ni restos de la cava que fue a rescatar. Solo el eco del mar y la tristeza que recorre a su familia y amigos.
El dolor de los que esperan
Cada atardecer, Antonio regresa al mismo punto.
Se sienta en la piedra, observa el horizonte y espera.
Dicen los vecinos que no habla, que solo mira el mar en silencio, como si le estuviera pidiendo que le devuelva a su amigo.
“Eran inseparables, como hermanos”, comenta un pescador del sector. “Wilson era alegre, siempre dispuesto a ayudar. Su ausencia se siente hasta en el aire”.
La familia y la comunidad insisten en que la búsqueda no puede detenerse, que Wilson no puede quedar olvidado entre las olas.
Mientras tanto, Playa Salguero sigue igual: el mismo mar, el mismo viento, pero una ausencia que duele más que cualquier tormenta.







