De líder radical liberal a mártir de la democracia en los Estados Unidos de Colombia.
Por Gustavo Adolfo Peláez Brun – Historiador naval independiente
En 1885, los Estados Unidos de Colombia vivían una de sus etapas más convulsas. El Partido Liberal estaba fracturado entre liberales radicales y liberales independientes, estos últimos aliados coyunturalmente con los conservadores. En medio de esa guerra civil emergió la figura de un mulato cartagenero de verbo encendido y carisma popular: Pedro Prestán.
Radicado en Colón, entonces territorio colombiano y centro del tránsito interoceánico, Prestán se había ganado la lealtad de los negros, mulatos, cartageneros y antillanos que habitaban los arrabales de la ciudad. Su influencia crecía al mismo ritmo que el temor de las élites políticas, tanto liberales moderadas como conservadoras.
En aquel momento, el presidente de la República era otro cartagenero: Rafael Núñez Moledo.
Durante la guerra civil, Prestán buscó armar a sus hombres y firmó un acuerdo con una agencia privada norteamericana para adquirir 200 rifles y municiones. Sin embargo, al llegar las armas al puerto en el buque Galena, el agente estadounidense John M. Down se negó a entregárselas, acatando órdenes de Washington.
El gesto desató la ira del líder rebelde, quien respondió arrestando al agente norteamericano, a dos tripulantes del Galena y al cónsul de los Estados Unidos en Colón. Su intención era mantenerlos como rehenes hasta obtener las armas, amenazando con fusilarlos si tropas extranjeras desembarcaban en la ciudad.
Pero el 30 de mayo de 1885, tropas conservadoras llegadas desde Panamá y soldados estadounidenses se tomaron Colón bajo el pretexto de proteger a los extranjeros y al comercio ferroviario.
La ciudad quedó reducida a cenizas tras un devastador incendio desatado durante los combates.
Los liberales y conservadores responsabilizaron a Prestán y sus hombres por la catástrofe. Dos de sus aliados, el haitiano Antonie Pautricell y el jamaicano George “Cocobolo” Davis, fueron capturados por los norteamericanos, entregados a las autoridades colombianas y ahorcados el 6 de mayo de 1885.
Prestán logró huir hacia Cartagena, y de allí a Barranquilla, donde fue finalmente capturado en uno de los caños de la ciudad. Llevado de regreso a Colón, fue sometido a un proceso sumario que apenas duró una semana.
El 18 de agosto de 1885, Pedro Prestán fue ahorcado, proclamando hasta el final su inocencia en el incendio y su lealtad a los ideales del liberalismo radical.
En Cartagena, sus amigos y correligionarios lo recordaron por años como un mártir de la democracia.
La soga del ajusticiado
En el antiguo Museo Histórico de Cartagena de Indias se conservó durante décadas un fragmento de la soga —de tono amarillo con matices café— con la que fue ejecutado Prestán. El trozo fue donado por un señor de apellido Stevenson y se exhibía junto a una copia del Consejo de Guerra que dictó su sentencia.
Entre los firmantes del documento figuraba Santiago Brun Mendoza, mayor y comandante militar de la zona de Colón, tío bisabuelo del autor de esta crónica, quien más tarde alcanzaría el rango de General de la República dentro de la familia militar cartagenera Brun.







