Por años, el exceso de triglicéridos en la sangre fue visto como un problema cardiovascular. Sin embargo, los médicos advierten que también puede ser un enemigo silencioso del páncreas. La hipertrigliceridemia, como se conoce al nivel elevado de estas grasas, se ha convertido en la tercera causa más frecuente de pancreatitis aguda en el mundo.
El riesgo se dispara cuando los triglicéridos superan los 500 mg/dL, y se vuelve crítico por encima de los 1.000 mg/dL, cifras que pueden parecer lejanas, pero no lo son tanto en personas con diabetes, obesidad o consumo excesivo de alcohol.
La pancreatitis aguda es una inflamación súbita y severa del páncreas que puede causar necrosis y falla orgánica múltiple. Su relación con la hipertrigliceridemia está cada vez más clara: el exceso de triglicéridos circulantes obstruye los pequeños vasos del páncreas y genera un ambiente tóxico dentro del órgano.
De acuerdo con expertos, cuando los triglicéridos alcanzan niveles extremos, las enzimas del propio páncreas los descomponen, liberando ácidos grasos libres. Estas moléculas, en grandes cantidades, actúan como detergentes que dañan las células del tejido pancreático.
“El exceso de ácidos grasos libres provoca inflamación, altera los niveles de calcio dentro de las células y activa enzimas digestivas como la tripsina antes de tiempo. Eso desencadena un proceso de autodigestión del páncreas”, explican investigadores de la Universidad Nacional de Colombia.
A esta reacción en cadena se suma una tormenta inflamatoria mediada por sustancias como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y la interleucina-6 (IL-6), que amplifican el daño local y pueden comprometer otros órganos.
Los especialistas insisten en que el control de los triglicéridos —a través de una dieta balanceada, ejercicio y, en algunos casos, medicación— es clave para prevenir episodios graves.
“En la mayoría de los casos, la hipertrigliceridemia se puede controlar. Pero cuando no se trata, puede convertirse en una amenaza real para la vida”, advierten los médicos.
La evidencia científica deja una lección clara: no basta con vigilar el colesterol, los triglicéridos también cuentan una historia que el páncreas puede terminar pagando muy caro.
