Lo que muchos creen que es solo un problema estético, en realidad puede ser una alerta del cuerpo: las várices son el reflejo visible de una insuficiencia venosa crónica, una condición en la que las venas dejan de cumplir su promesa de retorno.
Dentro de cada vena hay válvulas diminutas que empujan la sangre de regreso al corazón. Pero cuando se debilitan o dañan, la sangre se estanca, la presión aumenta y las venas se dilatan y retuercen, haciéndose visibles bajo la piel.
Factores de riesgo más comunes:
• Permanecer mucho tiempo de pie o sentado.
• Embarazo o cambios hormonales.
• Exceso de peso.
• Antecedentes familiares.
• Envejecimiento natural.
Síntomas que no debes ignorar:
• Pesadez y cansancio en las piernas.
• Dolor o ardor al final del día.
• Hinchazón en tobillos.
• Calambres nocturnos.
• Cambios en la coloración o textura de la piel.
Si no se tratan, las várices pueden derivar en úlceras venosas o trombosis superficial. Por eso, detectarlas a tiempo y cuidarlas es fundamental.
Recomendaciones básicas:
Haz ejercicio con regularidad, usa medias de compresión si tu médico lo indica, y evita permanecer inmóvil por periodos prolongados.
Cada vena cuenta una historia de esfuerzo y resistencia, y cuando deja de fluir, el cuerpo lo grita a la vista.
Nota: Esta información es de carácter educativo y no sustituye la consulta médica. Si presentas molestias, acude a tu médico de confianza.
