Los teléfonos pueden ser “inteligentes”, pero la radiación que emiten podría tener efectos más fuertes en los niños de lo que muchos imaginan. Diversos estudios indican que los cráneos más delgados y cerebros en desarrollo de los menores absorben hasta un 100% más de radiación electromagnética que los adultos.
A diferencia de los cráneos adultos, los de los niños son más suaves y menos densos, lo que ofrece menor protección frente a los campos electromagnéticos (EMF) generados por los dispositivos móviles. Esto permite que la radiación penetre más profundamente y alcance tejido cerebral sensible, lo que —según expertos— podría aumentar los riesgos a largo plazo.
Aunque la comunidad científica sigue investigando los efectos de la exposición prolongada a EMF, especialistas en salud recomiendan precaución y moderación. Sugieren evitar el contacto directo del teléfono con la cabeza, usar auriculares con cable o altavoz, y limitar el tiempo frente a las pantallas, especialmente en los menores de edad.
“La conveniencia de una conexión constante no debería comprometer la salud futura de los niños”, señalan los expertos, subrayando que la conciencia y la prevención son hoy la mejor defensa frente a los posibles riesgos de la tecnología.
