sábado, septiembre 13, 2025

Junior marcó primero, pero volvió a ceder terreno y empató con La Equidad

Junior no levanta cabeza: otro empate y más dudas en el Metropolitano

En Barranquilla no hay carnaval, hay suspiros. Las gradas del Metropolitano, lejos de la euforia de otras épocas, fueron testigo de otra noche en la que Junior volvió a perder algo más que puntos: perdió fe, perdió ritmo, perdió confianza.

El empate 1-1 frente a La Equidad no solo extiende una racha que ya empieza a preocupar —tres partidos sin ganar—, sino que deja la sensación de un equipo que no termina de encontrar su norte en este torneo clausura.

La primera mitad fue un bostezo con camiseta rojiblanca. El balón giraba en los pies de los locales, sí, pero sin intención, sin filo. Apenas un par de disparos desde media distancia —uno de Paiva, otro de Yeison Suárez— sacudieron la monotonía de un juego que no prendía en las tribunas. La Equidad, sin prisa y sin mucho, se sentía cómoda con el empate. Y Junior, sin respuestas, se resignaba a ese 0-0 que parecía calcado de partidos recientes.

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En el complemento, Alfredo Arias agitó el tablero. Mandó a la cancha a Bryan Castrillón y más tarde a Teófilo Gutiérrez, buscando sacudir a un equipo que no carburaba. Y por un momento pareció que la fórmula funcionaba: a los 70 minutos, Guillermo Paiva encontró el gol y desató el alivio de los poco más de ocho mil hinchas presentes. Era el 1-0. Era la esperanza.

Pero Junior, otra vez, no supo administrar. Como en otras noches, el fantasma de la desatención apareció en el mediocampo. Un error no forzado, una mala salida, y Jovani Bolívar aprovechó para igualar las acciones. Silencio en el Metropolitano. Frustración repetida.

La Equidad celebró el empate como un premio a la paciencia. Junior, en cambio, sumó un punto que sabe a poco y que lo pone en riesgo de perder el liderato del campeonato. Más grave aún: volvió a mostrar un rostro confundido, apagado, sin el hambre que exige un equipo grande en la parte decisiva del torneo.

El reloj avanza y la tabla no espera. Las preguntas empiezan a pesar más que las respuestas. Y el tiburón, que debería estar nadando con firmeza hacia las finales, parece perdido en aguas turbias.

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