El 11 de julio, una familia compuesta por Viviana Andrea Canro Zuluaga, Tito Nelson Martínez Hernández y su pequeño hijo Kevin Matías, llegó al Hotel Portobelo Convention buscando descanso en el paraíso turístico del Caribe colombiano. Esa misma noche, encontraron la muerte. Más de un mes después, Medicina Legal ha confirmado lo que hasta ahora eran solo hipótesis: los tres murieron por inhalación de fosfina, un gas invisible, letal y prohibido para uso en espacios habitados.
La anoxia celular —la privación total de oxígeno en los tejidos— fue la causa directa. El gas, incoloro y más pesado que el aire, se acumuló en la habitación sin salida posible. Las consecuencias: edema pulmonar, convulsiones y muerte rápida. Una escena trágica que dejó sin aliento incluso a los más experimentados investigadores del CTI.
El veneno invisible
La fosfina no es un gas común. Es utilizado en la industria de plásticos y electrónica, pero también —y de forma más preocupante— como plaguicida para granos almacenados. Su contacto con humanos en espacios cerrados es considerado un riesgo extremo.
Y aquí comienza la gran incógnita: ¿Cómo llegó esta sustancia altamente tóxica a una habitación de hotel? Las hipótesis van desde un manejo indebido de pesticidas hasta una posible fumigación clandestina e irresponsable.
Según familiares de las víctimas, el olor extraño fue perceptible desde el primer momento en que ingresaron a la habitación. Incluso lo reportaron. Hoy, ese detalle que parecía anecdótico, se convierte en una de las pistas clave en el expediente judicial.
¿Negligencia criminal?
La Fiscalía aún no ha emitido cargos formales, pero las miradas apuntan a los responsables del establecimiento, proveedores de servicios de control de plagas y a las autoridades de sanidad y vigilancia en la isla. El abogado Juan Manuel Castellanos, representante de la familia, ha señalado en varias oportunidades que existe una clara responsabilidad de actores tanto públicos como privados.
“No fue un accidente inevitable. Fue una cadena de errores, omisiones y negligencias. La justicia debe actuar y dar una respuesta que evite que esto vuelva a repetirse”, dijo.
Un paraíso que exige respuestas
Lo que debía ser una historia de descanso se convirtió en una tragedia nacional. San Andrés, cuyo turismo depende en gran parte de su reputación como destino seguro, enfrenta ahora un duro golpe de credibilidad. A la par, la familia de las víctimas exige que se revelen los contratos de fumigación del hotel, se determinen responsabilidades individuales y se impongan sanciones proporcionales al daño causado.
Mientras tanto, la habitación del Hotel Portobelo Convention donde todo ocurrió, permanece cerrada. Un recordatorio silencioso de que el peligro puede esconderse incluso en lo invisible. Como la fosfina.