🧵Tras el atentado ocurrido en Cali, nos permitimos entregar el siguiente balance:
— Secretaría de Salud Pública de Cali (@SaludCali) August 21, 2025
-50 personas lesionadas, remitidas a 10 centros hospitalarios.
⁰-6 personas fallecidas (corte preliminar).
Desde el primer momento, nuestro equipo estuvo en terreno brindando atención inmediata. pic.twitter.com/JTJYKR4XYw
Colombia amaneció este jueves con una herida abierta que revive los peores recuerdos de su historia reciente. En menos de 24 horas, dos ataques coordinados —uno en Amalfi (Antioquia) y otro en Cali— dejaron un saldo de al menos 18 muertos y más de 70 heridos, además de un ambiente de incertidumbre nacional que obliga al Gobierno a replantear su estrategia de seguridad.
Dos ataques en cuestión de horas
La primera escena ocurrió en Amalfi, Antioquia. Allí, un helicóptero de la Policía que apoyaba labores de erradicación manual de cultivos de coca fue derribado por un dron cargado de explosivos. La explosión mató a 12 uniformados y dejó varios más heridos. Aunque en un inicio se señaló al Clan del Golfo, luego el Gobierno confirmó que detrás estaría el Frente 36 de las disidencias de las FARC.
Horas más tarde, el terror se trasladó a Cali. Un camión bomba explotó en inmediaciones de la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez, provocando la muerte de seis personas y dejando 70 heridos, además de graves daños estructurales en al menos 40 edificaciones. La Secretaría de Salud de la ciudad reportó que 50 lesionados tuvieron que ser distribuidos en diez hospitales, varios de ellos con heridas de alta complejidad.
En Cali ya hay dos personas capturadas, entre ellas un hombre conocido como alias ‘Sebastián’, mientras el alcalde Alejandro Eder anunció una recompensa de hasta $400 millones para dar con los demás responsables.
Petro endurece discurso: organizaciones terroristas y conmoción interior
Ante la magnitud de los ataques, el presidente Gustavo Petro anunció que el Clan del Golfo, la Segunda Marquetalia y el Estado Mayor Central serán reconocidos como organizaciones terroristas, lo que abre la puerta a su persecución nacional e internacional.
“Son la junta directiva del narcotráfico”, dijo el mandatario, al tiempo que dejó abierta la posibilidad de decretar la conmoción interior en el suroccidente del país, una medida excepcional que otorga facultades especiales al Ejecutivo para restablecer el orden público.
El ministro del Interior, Armando Benedetti, confirmó que la decisión está en evaluación, considerando la gravedad de lo ocurrido.
Reacciones: del llamado a la unidad a la crítica política
La tragedia provocó una oleada de reacciones en todos los niveles. La gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, aseguró que “el terrorismo no nos va a vencer” e hizo un llamado a la unidad ciudadana y a respaldar a la Fuerza Pública.
El presidente del Senado, Lidio García Turbay, calificó los hechos como “inaceptables” y advirtió sobre la audacia de la criminalidad. En el mismo tono, el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, pidió al Gobierno “retomar el control del territorio y replantear la política de paz total”.
Desde la oposición, las críticas fueron más duras. El expresidente Álvaro Uribe Vélez habló de una “expansión terrorista” y pidió ayuda internacional urgente. Su sucesor, Iván Duque, dijo que Colombia no puede permitir que el terrorismo se apodere de nuevo de su destino, y calificó al Gobierno actual de “permisivo con los violentos”.
Incluso voces de centro, como la del precandidato presidencial Sergio Fajardo, culparon directamente a la política de “paz total”, a la que responsabilizó de haber generado un “caos total”.
El país en una encrucijada
Los ataques de Amalfi y Cali no solo dejaron víctimas y dolor, también pusieron en jaque la viabilidad de una estrategia de paz que enfrenta cuestionamientos desde todos los frentes. Para los críticos, los hechos evidencian que los grupos armados han fortalecido su capacidad ofensiva; para el Gobierno, son la prueba de que la violencia actual requiere medidas más drásticas y coordinadas.
En medio del luto, Colombia se asoma nuevamente al dilema de siempre: cómo garantizar seguridad sin repetir los errores del pasado y sin renunciar al sueño de una paz estable y duradera.
