Por: JeCman
Ya no sé qué más he de esperar…
¿Mil años más? Tal vez.
Pero el tiempo humano es tan breve,
que mi vida alcanzará, en un instante,
lo que un día te prometí:
amarte, siempre, y para siempre, amarte.
Sí, es mi único objetivo en esta existencia:
cultivar nuestra íntima esencia.
Mientras el resto de los tiempos,
y la existencia de este planeta,
quedarán en destellos de lo que fui.
Porque aún te amo,
como ayer,
como hoy…
y como siempre.
Nunca me olvides.
Y si algún día llegara a suceder,
será porque me he vuelto
más allá del eterno polvo, en la nada.
Ni siquiera el olvido,
porque el olvido huele a indiferencia;
y si no, a odio.
Pero peor aún,
a esa esencia apagada.
Entonces me perderé en un oscuro hoyo
del espacio infinito,
donde poco a poco me sumerja
en ese abismo eterno, sin final.
Pero… yo te amo eternamente,
como una estrella que murió hace mucho
y cuya estela, cual luciérnaga,
seguirá en tu vida, intacta.
Porque el amor es para siempre:
nunca muere,
no se da a medias,
ni se vuelve indiferente.
Y sí, aquí me tienes.
Si un día quieres,
sentémonos en una silla,
tomemos café
y, como en las madrugadas,
hagamos el amor.
De vez en cuando.
Y, por qué no,
juguemos al cíclope,
y encontremos en los labios
cansados de besar, pasión… y amor.
Entonces te digo:
te esperaré…
hasta más allá de la muerte.
Porque solo sé una cosa en esta vida:
amarte.
