domingo, agosto 17, 2025

Colombia despide a Miguel Uribe Turbay: tres días para un adiós que duele en el alma

En el Salón Elíptico del Capitolio, un silencio espeso se rompía solo con suspiros y sollozos. Entre pañuelos blancos, flores y miradas perdidas, el féretro de Miguel Uribe Turbay llegó cubierto con la bandera de Colombia, como símbolo de la vida pública que lo marcó desde joven.

Su esposa, María Claudia Tarazona, acariciaba el ataúd con manos temblorosas, mientras su padre, Miguel Uribe Londoño, parecía cargar sobre los hombros todas las tragedias vividas: primero su esposa, luego su madre, y ahora su hijo. María Carolina, hermana de Miguel, sabía demasiado bien lo que significa despedir; su mirada era la de quien ya ha perdido demasiado.

En medio del dolor familiar, las figuras políticas se mezclaban con ciudadanos de a pie. Senadores, el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, y personalidades de la vida nacional se acercaban, algunos para ofrecer un abrazo, otros para inclinar la cabeza en silencio. Las palabras de la vicepresidenta del Senado, Ana Paola Agudelo, resonaron con solemnidad: “Nos deja un vacío muy grande en nuestros corazones. Su pérdida es irreparable para el Congreso y para Colombia”.

Miguel, que con 26 años ya ocupaba una curul en el Concejo de Bogotá y que en 2022 se convirtió en el senador más votado del país, había pasado de promesa política a símbolo de una tragedia nacional. El atentado del 7 de junio, perpetrado mientras daba un discurso en Modelia, Bogotá, apagó su vida a los 39 años y reabrió las heridas de un país que aún recuerda los magnicidios de décadas pasadas.

Durante tres días, el Capitolio será su casa final en vida pública. Allí, en el mismo salón donde alguna vez fueron despedidos su abuelo, el expresidente Julio César Turbay, y su abuela, Nydia Quintero, se escucharán oraciones y se verán lágrimas. El miércoles, la Catedral Primada recibirá su féretro para las exequias.

En las calles, el eco es otro: indignación y tristeza. El Presidente Gustavo Petro, a quien Uribe enfrentó con vehemencia en el Senado, llamó su muerte “una derrota para Colombia” y decretó duelo nacional. La bandera ondea a media asta en la Casa de Nariño, pero para su familia y amigos, el vacío no tiene remedio.

Más allá de la política, lo que queda es la imagen de un padre roto, una hermana agotada por el dolor y una esposa que, con su hijo Alejandro en brazos, deberá aprender a vivir aferrada al recuerdo de quien fue su compañero de vida.

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