Mientras los barrios siguen anegados, las colchonetas mojadas y los niños con fiebre, el alcalde Carlos Pinedo Cuello pide calma. Pero en Santa Marta, la paciencia también se está inundando.
En medio de la crisis provocada por las intensas lluvias que azotan a Santa Marta, el alcalde decidió hablarle a la ciudad con tono sereno y mensaje directo:
“Mi gente, les hago un llamado: ¡No bloqueen las vías!”.
La advertencia tiene un trasfondo logístico, pero también político. Pinedo asegura que los bloqueos —motivados por la falta de servicios básicos como energía y agua potable— están impidiendo el paso de ayudas humanitarias a las comunidades más golpeadas por la emergencia. “Necesitamos garantizar que la ayuda llegue a quienes más lo necesitan”, agregó.

Lo que el mandatario no menciona, es que la ciudadanía está en las calles precisamente porque la ayuda no ha llegado. Y no desde ayer. Las lluvias solo evidenciaron lo que lleva años lloviéndole encima a esta ciudad: abandono, promesas sin cumplir y barrios que, con cada invierno, se hunden más en la desidia estatal.
Los operativos de asistencia avanzan entre calles de barro, improvisación y protestas. Mientras tanto, la institucionalidad pide comprensión a una población que ha aprendido —a la fuerza— que sin presión, no hay atención.
Así estaba ayer la vía al Ziruma y el sector de Pastrana:


El llamado a la unidad no se rechaza. Pero en Santa Marta, bloquear las vías se ha convertido en el idioma que algunos gobiernos sí entienden.