jueves, agosto 7, 2025

Islas que flotan entre la geografía y la política: el trasfondo de la nueva tensión entre Colombia y Perú

¿Un accidente geográfico o un cálculo político? La reciente controversia entre Colombia y Perú por la isla de Santa Rosa en el río Amazonas ha desatado una tormenta diplomática tan turbia como las aguas que separan ambos países. Y para el analista de derecho internacional Arturo Gálvez Valega, no se trata solo de tierra, sino también de narrativa.

Todo comenzó con las declaraciones del presidente colombiano Gustavo Petro, quien puso sobre la mesa la soberanía de la isla de Santa Rosa, ubicada frente a Leticia. Pero según Gálvez, la historia —y el derecho internacional— cuentan otra cosa.

El experto recuerda que desde el Tratado Lozano-Salomón de 1922, Perú y Colombia acordaron sus fronteras fluviales y la distribución de islas. Sin embargo, el Amazonas no es un río cualquiera: se mueve, arrastra, crea y parte islas como si fuera un escultor caprichoso. Así fue como la isla Chinería, originalmente peruana, se partió con los años por efectos de la sedimentación, dando lugar a una nueva franja de tierra: Santa Rosa.

¿A quién le pertenece ahora esa isla? La respuesta, dice Gálvez, está bajo el agua: debe determinarse mediante estudios batimétricos para establecer dónde pasa exactamente la vaguada —la línea más profunda del cauce—, que define el límite real. Pero de invasión, como algunos insinúan, no se puede hablar.

Entonces, ¿por qué el ruido político? Gálvez lo tiene claro: Petro está buscando desviar la atención de los problemas internos de su gobierno y reavivar su postura crítica frente a la actual administración peruana tras la caída de Pedro Castillo, a quien siempre defendió como un líder legítimo.

El analista, que conoce las entrañas diplomáticas tras haber dirigido la soberanía territorial de la Cancillería, es enfático: “Este tipo de disputas se solucionan con ciencia y diplomacia, no con micrófonos ni discursos inflamados”.

Además, aprovechó para pasarle la cuenta a Colombia: el mal manejo ambiental y la falta de control sobre la cuenca amazónica han acelerado la sedimentación, afectando incluso el puerto de Leticia. “No todo es culpa del vecino”, dijo.

Por ahora, el río sigue su curso. Lo que falta ver es si los gobiernos también sabrán navegar con calma en estas aguas movedizas.

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