La noche del lunes, en el suroccidente de Barranquilla, el silencio fue roto por el crujir de las llamas. Una vivienda en la calle 70C con carrera 9L ardía, mientras el humo se elevaba como un lamento al cielo opaco.
Dentro de la casa, una mujer —aparentemente de la tercera edad— no logró escapar del infierno desatado entre paredes conocidas. Su cuerpo fue hallado calcinado, sin nombre aún, sin rostro ante la opinión pública. Pero fue alguien. Tuvo historia. Tuvo hogar. Y ahí mismo lo perdió todo.
Varias máquinas del Cuerpo de Bomberos llegaron para combatir la tragedia, pero ya era tarde para salvar la vida que el fuego reclamó.
Las causas del incendio son, por ahora, una incógnita. También su nombre. Solo queda el olor a ceniza, el eco de una vida consumida en su propio refugio, y la pregunta que queda flotando entre los vecinos: ¿por qué?
El barrio Villate se cubre hoy con el polvo gris del luto, mientras una mujer anónima se convierte en símbolo silencioso de una tragedia que nadie vio venir… pero que todos sienten.
