Su historia es ejemplo de coraje, disciplina y ruptura de estereotipos en una unidad históricamente dominada por hombres.
Por: Emilio Gutiérrez Yance
En un país donde las mujeres en la fuerza pública aún enfrentan retos por cuestiones de género, Elena del Pilar Vargas Palencia, una joven de 21 años nacida en Santa Cruz de Lorica (Córdoba), se ha convertido en un rostro nuevo, firme y esperanzador para la unidad élite GAULA de la Policía Nacional en Bolívar. Su historia no solo habla de mérito y disciplina, sino también de una transformación institucional silenciosa: el reconocimiento del liderazgo femenino en escenarios de alto riesgo y responsabilidad.
Elena creció en San Bernardo del Viento, entre calles de arena y tardes de fútbol. Desde niña, pateaba balones con la misma fuerza con la que ahora enfrenta los desafíos de su labor policial. A los ocho años ya jugaba campeonatos, y nunca recibió un “no” por parte de su familia por ser mujer en un espacio típicamente masculino. Esa validación temprana se convirtió en uno de los pilares que le permitirían, años más tarde, plantarse con firmeza en una unidad especializada donde la mayoría son hombres.
Pero no fue solo el deporte lo que la moldeó. En su familia, había un legado fuerte: su abuelo Palencia, un policía querido y respetado en Córdoba, fue su guía moral. Y su abuela, con una ternura férrea, le inculcó la independencia, el estudio y la perseverancia. Cuando la enfermedad del Alzheimer afectó a su abuela y una isquemia cerebral acabó por llevársela, Elena encontró en el dolor una razón más para no abandonar su sueño: una promesa hecha al corazón de la familia no podía quedar incumplida.
Mientras cursaba un técnico en auxiliar administrativo en Lorica, se entrenaba físicamente con una rutina casi militar: trotaba, iba al gimnasio, cuidaba cada aspecto de su preparación. Y lo hacía sin distracciones. Sus recursos salían de su propio bolsillo, trabajando en el mismo instituto donde estudiaba. Se forjaba así una mujer para quien la vocación no era discurso, sino acción.





En 2024, tras pasar cada una de las pruebas del proceso policial —con el apoyo constante de su hermano y primos, todos policías— fue admitida y se presentó en la Escuela de Carabineros Rafael Núñez. Allí vivió lo que muchos no soportan: los días exigentes, la nostalgia por la familia, la disciplina sin descanso. Pero nada la detuvo. El 20 de febrero de 2025, se graduó como patrullera, con lágrimas contenidas y la cabeza en alto: había cumplido su palabra, y lo había hecho con honor.
Hoy, su destino está en Bolívar. Pero no en cualquier puesto. Fue asignada al Grupo de Acción Unificada por la Libertad Personal (GAULA), una unidad que se enfrenta al secuestro y la extorsión, donde la inteligencia, el sigilo y la templanza son tan importantes como el uniforme. Elena no llegó allí por cuotas, sino por mérito. Y ahora representa una nueva cara del GAULA: la de la mujer que lidera, que actúa, que inspira.
En una institución que avanza con paso firme hacia la equidad, su presencia tiene un peso simbólico, es la prueba de que la fuerza no está reñida con la empatía, ni el deber con la ternura. Es también una voz para otras jóvenes que en barrios y veredas sueñan con un uniforme que les permita servir y proteger, sin que su género sea un obstáculo.
“Elena apenas comienza su camino en la Policía, pero ya deja huella. Tiene temple, intuición y una entrega que no se enseña en los manuales. Es una mujer que está pisando fuerte en el GAULA y sabemos que su nombre se hará sentir con fuerza en Bolívar». Dijo, el teniente coronel John Edward Correal Cabezas, comandante (e) Policía Bolívar.
En cada operativo, en cada jornada de servicio, lleva algo más que su placa. Lleva los valores de su abuelo, la memoria de su abuela, el amor de su familia y el anhelo cumplido de su niñez. Patrulla no solo el territorio bolivarense, sino también los caminos de esperanza de muchas mujeres que vienen detrás.