Con pancartas en mano, voces cargadas de indignación y un sol implacable sobre sus cabezas, decenas de vendedores informales y dueños de pequeños negocios llegaron hasta la Gobernación del Atlántico para alzar su voz contra lo que llaman la obra que les arruinó la vida: la inconclusa Gran Vía, en el corredor Universitario.
Lo que prometía ser un megaproyecto para el desarrollo vial, hoy es sinónimo de pérdidas, polvo, y desesperanza para al menos 60 comerciantes que, desde hace meses, ven cómo sus ingresos se desploman y sus mercancías se deterioran por el avance a medias de la construcción.
“Yo vendía diariamente alrededor de cien almuerzos, ahora solo vendo siete”, lamenta María Betín, comerciante informal en la Universidad del Atlántico, mientras muestra su puesto semivacío.
Además de las ventas en picada, los afectados denuncian que el polvorín y las malas condiciones del entorno han dañado productos, generado problemas de salud y obligado a muchos a cerrar temporalmente.
Durante la protesta, una comisión de manifestantes fue recibida por funcionarios de la Gobernación. Se acordó una reunión para la próxima semana, donde esperan que haya algo más que promesas.
Mientras tanto, la Gran Vía sigue siendo, para ellos, un gran dolor de cabeza.
Preguntar a ChatGPT