jueves, julio 31, 2025

Petro invita a Uribe a la JEP con flores de reconciliación… y Uribe le lanza ladrillos

En un nuevo episodio de la tragicomedia nacional titulada “Los que antes se odiaban, ahora se invitan”, el presidente Gustavo Petro decidió tenderle la mano —y de paso una silla en la JEP— al expresidente Álvaro Uribe Vélez, recientemente condenado en primera instancia por los delitos de soborno y fraude procesal.

Con tono mesiánico y desde su púlpito habitual en X (antes Twitter), Petro propuso que Uribe se presente ante la Jurisdicción Especial para la Paz, no para lavar culpas, sino para que “le cuente a Colombia una verdad dolorosa, pero liberadora”. Algo así como un retiro espiritual pero con toga.

El mandatario, en un despliegue de empatía institucional, recordó que ya en 2007 —cuando aún era congresista y no tuitero en jefe— denunció lo que nadie quería escuchar: que el Bloque Metro no se evaporó por arte de magia, sino por razones mucho más oscuras y convenientes para ciertos sectores del paramilitarismo. Y por eso, dijo, tuvo que exiliar a su familia y vivir bajo la sombra de las amenazas, cortesía del desaparecido DAS.

Petro, sin perder el tono de pastor democrático, afirmó que, pese a sus profundas diferencias con Uribe, como presidente está obligado a protegerlo. A él, a su familia, a sus fincas, y —por qué no— a su legado. Pero insistió: la JEP es el confesionario adecuado. “Verdad, justicia y reparación”, repitió como mantra, mientras insinuaba un “pacto por la verdad” donde él mismo iría de la mano con Uribe, cual reconciliación nacional en versión telenovela.

Uribe no compra el discurso y lanza misiles desde X

Pero Álvaro Uribe, hombre de pocas pausas y muchas frases punzantes, respondió sin rodeos: ni pacto, ni JEP, ni flores. Solo fuego. Le bastaron 280 caracteres para lanzar una descarga que incluyó acusaciones de drogas, bolsas sospechosas, indultos inexistentes y hasta una petición para que los gringos saquen a la luz el dossier de Odebrecht (que parece más mítico que real).

Petro, como es costumbre, no se quedó callado. Aclaró que nunca fue indultado, que sí estuvo preso, que lo torturaron y que la plata en la famosa bolsa era legal y registrada. Aprovechó para agregar que no está intoxicado, que no ha derramado sangre, y que, por cierto, no le gusta el aguardiente. Todo muy sobrio.

“Estoy dispuesto a que vayamos los dos a la JEP”, insistió Petro, en lo que ya parece más una invitación romántica que una propuesta institucional. Uribe, por ahora, sigue sin confirmar asistencia.

Y así seguimos: un país donde la paz se construye a punta de tuits, y donde la verdad… bueno, la verdad todavía no tiene fecha de audiencia.

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