El país contiene la respiración política. Hoy no es un lunes cualquiera: la jueza Sandra Heredia dará a conocer el sentido del fallo contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, en el proceso más delicado que ha enfrentado en su vida pública —y eso ya es decir mucho.
El caso, que lleva más de una década de ires, venires y giros judiciales, lo enfrenta a tres cargos: presunta manipulación de testigos, uso indebido de procedimientos judiciales y acciones judiciales irregulares. A diferencia de otras tormentas mediáticas, esta vez la toga está hablando.
Todo comenzó en 2012, cuando Uribe denunció al senador Iván Cepeda, tras la publicación de testimonios de exparamilitares que lo vinculaban con estructuras armadas ilegales. Pero lo que parecía una estrategia de defensa se convirtió en un boomerang judicial: la Corte Suprema no solo archivó la denuncia contra Cepeda, sino que inició una investigación contra Uribe por supuestamente intentar manipular testigos para desacreditar al senador.
Desde entonces, el proceso ha sido una novela judicial con tintes de thriller político, donde cada audiencia parecía escrita por Netflix y cada testimonio abría más preguntas que respuestas.
Este lunes, la jueza Heredia no dará un fallo definitivo, pero sí el sentido del fallo: si el proceso va rumbo a la condena o a la absolución. Y aunque la batalla legal podría extenderse, el tiempo corre: si no hay decisión de fondo en primera y segunda instancia antes del 8 de octubre, el caso podría cerrarse por vencimiento de términos.
¿Será justicia o será olvido?
Mientras tanto, Uribe sigue activo, con discurso firme y fieles inquebrantables. Pero hoy, por primera vez, no es él quien tiene la última palabra. La tiene una jueza. Y todo un país mirando.
