Después de más de 18 meses de espera, una comunidad costera en Atlántico logra torcerle el brazo al olvido estatal con bloqueos, presión ciudadana y esperanza.
Santa Verónica, un corregimiento del Atlántico azotado por la erosión y la indiferencia burocrática, finalmente respira con alivio. Luego de años de gestiones sin respuestas y una protesta que paralizó la Vía al Mar, la comunidad logró que la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) autorizara, de forma excepcional, el inicio de las tan anheladas obras para proteger sus playas.
La noticia llegó entrada la noche como bálsamo para una población que ya no tenía margen de espera. “Estamos contentos y felices. ¡Lo logramos!”, dijo Esperanza Acosta, vocera de los operadores turísticos, quien estuvo al frente de la protesta que, por momentos, se tornó tensa ante el malestar de los conductores varados.
Pero el resultado, según los vecinos, valió la pena. “No es la licencia ambiental definitiva, pero nos autorizaron comenzar. Eso es lo que importa”, afirmó Acosta con entusiasmo. El proyecto, que incluye la construcción de tres espolones, llevaba meses finalizado, pero dormía en los escritorios de la ANLA mientras el mar se tragaba cada semana más terreno.
Aunque aún no está confirmado qué entidad ejecutará las obras, la comunidad confía en que en menos de una semana se vean los primeros movimientos de maquinaria. “Va a ser un proceso largo y no exento de molestias, pero preferimos el ruido de los bulldozers al silencio de la erosión”, comentan los comerciantes, esperanzados en recuperar el atractivo turístico del lugar.
Santa Verónica ha ganado una batalla importante. La lucha por salvar sus playas ahora tiene fecha de inicio. Y todo gracias a la determinación de un pueblo que decidió no hundirse con su costa.