Ricardo Andrade, conocido en redes como el Policía Samario, decidió colgar el uniforme no por deshonra, sino por convicción. Tras años de servicio en la institución, optó por dar un paso al costado, presionado por una paradoja: su labor como educador digital comenzó a molestar más de la cuenta.
Andrade no hacía humor ni buscaba polémica. Lo suyo era enseñar: valores, normas de tránsito, autocuidado, civismo. Lo hacía desde el uniforme, con respeto, y sobre todo, con una cercanía que lo convirtió en referente en plataformas como TikTok e Instagram. Sin embargo, dentro de la institución, su iniciativa no fue vista con los mismos ojos.
Pese a acatar normas, pedir permisos y mantener siempre una postura institucional, fue trasladado, silenciado y vigilado, según cuenta. La presión no solo afectó su trabajo: llegó a impactar emocionalmente a su familia, especialmente a su madre, quien terminó sufriendo por la tensión y el desgaste de una lucha interna que nunca debió existir.
“No renuncié por falta de amor al uniforme, lo hice por respeto a mi bienestar y al de mi mamá”, expresó Ricardo en uno de sus videos más recientes, ya sin el uniforme, pero con la misma energía.
Hoy, desde su hogar y con el respaldo de sus seres queridos, Ricardo Andrade inicia una nueva etapa. Lejos de los cuarteles, pero más cerca que nunca de su propósito: educar, inspirar y construir ciudadanía desde las redes. “Ahora lo hago como civil, pero con el mismo compromiso de siempre”, afirma.
Su historia ha generado olas de apoyo entre colegas y ciudadanos que valoran su labor. Ricardo no perdió una carrera, ganó libertad. Y con ella, una nueva comunidad que lo sigue por lo que representa: un servidor público que eligió seguir sirviendo, incluso cuando lo quisieron apagar.
