domingo, julio 20, 2025

400 negocios apagaron sus luces por miedo: la extorsión silenciosa que asfixia al comercio en Barranquilla

Durante años, una tienda de barrio es mucho más que un lugar para comprar pan o gaseosa. Es punto de encuentro, charla de esquina, confianza vecinal. Pero en Barranquilla y su área metropolitana, ese tejido cotidiano ha comenzado a deshilacharse: entre 2020 y 2022, al menos 400 negocios cerraron sus puertas por culpa de la extorsión, según confirmó Orlando Jiménez, presidente de Undeco (Unión Nacional de Comerciantes).

Detrás de ese número frío hay historias invisibles: tenderos que huyeron del barrio, familias que vieron esfumarse su sustento, microempresarios que perdieron años de esfuerzo por negarse a pagarle a los violentos.

La economía popular, en jaque

La extorsión no distingue rubro. Tiendas de barrio, restaurantes, panaderías, refresquerías, misceláneas, peluquerías… todos son blancos fáciles para estructuras criminales que cobran una “cuota” solo por permitir que un negocio funcione. “Hasta 2022, unas 200 tiendas habían cerrado y otras 200 eran de otros sectores del comercio popular”, señaló Jiménez.

El fenómeno se concentró en barrios como Suroriente de Barranquilla, donde, según Undeco, el miedo no solo vive dentro de las paredes del local, sino también afuera, en la mirada vigilante de los extorsionistas, que muchas veces se confunden entre vecinos.

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Una respuesta que llegó tarde, pero llegó

Aunque el daño ya estaba hecho, la presión social y el cierre masivo de negocios obligaron a una reacción institucional. Hace un año y medio, el Gaula fue reorganizado, dividiendo su fuerza entre el área metropolitana y el resto del Atlántico. Solo en la zona urbana de Barranquilla y sus municipios aledaños, ahora operan al menos 120 efectivos especializados, apoyados por unidades del Gaula Militar y el Gaula Élite del Ejército.

Este despliegue, aunque insuficiente frente a la dimensión del problema, ha comenzado a dar resultados. Según Undeco, los comerciantes han empezado a denunciar más. No por valentía espontánea, sino porque ahora tienen a quién llamar, literalmente. “El Gaula ha ido negocio por negocio, compartiendo números de contacto y rutas de acción. Eso genera confianza. Cuando reciben una amenaza, el comerciante sabe a quién acudir”, explicó Jiménez.

Donde más duele: Suroriente, Soledad, Malambo

Las zonas más golpeadas son las que ya venían arrastrando otras brechas: Suroriente en Barranquilla, y los municipios de Soledad y Malambo, donde la presencia de bandas criminales como Los Costeños o Los Pepes ha sido persistente. Allí no solo se paga “vacuna” por abrir un local, sino también por no ser atacado.

La extorsión no solo cierra negocios: rompe confianza, empobrece comunidades, borra oportunidades. Y aunque hay más denuncias y más pie de fuerza, la herida sigue abierta. “El comerciante sigue trabajando con miedo. Muchos optan por cerrar antes que pagar o arriesgarse a ser asesinados”, concluyó Jiménez.

¿Qué queda?

El reto no es solo combatir al extorsionista. Es recuperar la dignidad de quien trabaja cada día para levantar un país desde su cuadra. Porque si cerrar una tienda es fácil, volver a abrirla con esperanza es otro cuento.

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