La vida de Efraín Callejas Vega, un joven mototaxista de 19 años, terminó abruptamente la noche del sábado 12 de julio en una calle del barrio La Paz. Su muerte no solo enluta a su familia, sino que pone en evidencia una problemática creciente: la inseguridad que enfrentan miles de jóvenes trabajadores en los barrios populares de la ciudad.
Efraín, como tantos otros muchachos de su edad, había optado por el mototaxismo como medio de sustento. La falta de oportunidades laborales, el acceso limitado a la educación superior y las condiciones económicas de su entorno lo llevaron a subirse a una moto todos los días, con la esperanza de regresar a casa sano y con algo de dinero.
Pero la violencia le cerró el camino. A eso de las 8:00 p.m., en la calle 104 con carrera 14, dos hombres en motocicleta lo interceptaron. El parrillero sacó un arma y le disparó sin darle oportunidad de escapar. Aunque vecinos intentaron auxiliarlo y fue trasladado con urgencia al Camino La Manga, falleció minutos después.




Este crimen, como muchos otros, se cometió en medio de la rutina diaria. No ocurrió en un callejón oscuro ni en una zona de alto riesgo. Fue en plena vía pública, donde familias transitan a diario, donde niños juegan durante el día, y donde la comunidad ya no se siente segura.
Más allá de las estadísticas, Efraín era un hijo, un amigo, un joven con sueños. Su historia es la de cientos de jóvenes que cada día se ven atrapados entre la necesidad de trabajar y la exposición a una violencia que parece no tener freno.
Hasta el momento no hay capturas ni se han revelado los móviles del crimen. Las autoridades investigan, pero la comunidad pide más que respuestas: exige presencia, protección, y oportunidades que les permitan a los jóvenes vivir sin miedo.
Este hecho reabre el debate sobre la informalidad laboral y la falta de políticas públicas efectivas para jóvenes en sectores vulnerables. ¿Cuántos Efraín más deben morir antes de que la ciudad actúe con contundencia?