A más de 140 años de distancia, una imagen antigua de la Calle Ancha de 1884, actualmente conocida como Paseo Bolívar (Calle 34), revive la memoria de una Barranquilla incipiente, cálida, polvorienta y tranquila, que crecía lentamente a orillas del río Magdalena.
La fotografía, considerada una joya del archivo histórico, ofrece una vista de norte a sur, desde lo que hoy es la Torre Manzur —sede de la Fiscalía— hacia las carreras 44, 43 y 41. Como referencia inconfundible, a la izquierda se alzan las emblemáticas torres de la iglesia de San Nicolás, que ya para entonces dominaban el perfil urbano del centro histórico.
En aquella época, Barranquilla era descrita en crónicas extranjeras como un lugar pintoresco y singular. Una de esas descripciones decía:
“Barranquilla es un viejo pueblo sobre el río Magdalena. La mayoría de las casas en la ciudad son de piedra, techadas con una gruesa paja autóctona parecida al heno; está colocada de la manera más substancial y cuelga sobre la acera en primorosa disposición. Los techos son de doce a dieciocho pulgadas de espesor y junto a las blanquecinas paredes de la casa, presentan una apariencia particular.”
El entorno urbano de la ciudad se alzaba sobre tierra arenosa, lo que dificultaba la movilidad a pie y generaba una constante polvareda. Aun así, se valoraba su clima benigno y la tranquilidad de su ritmo de vida.
“A pesar de que el lugar es caliente, dicen que es muy saludable. En términos generales, presumo que es correcta esta aseveración. Definitivamente, la vida en Barranquilla es tranquila…”, agregaba la misma crónica.
El Paseo Bolívar, como se conoce actualmente, es hoy uno de los corredores peatonales más importantes del centro de la ciudad, rodeado de comercios, instituciones públicas y espacios patrimoniales. Sin embargo, estas postales del pasado recuerdan que alguna vez fue la Calle Ancha, una vía de tierra rodeada de techos de paja y vida sosegada, cuando Barranquilla apenas comenzaba a soñar con convertirse en la gran ciudad del Caribe colombiano.
