A simple vista parecen estructuras abandonadas, oxidadas, varadas en la arena como restos de una historia náutica ya olvidada. Pero detrás de estas embarcaciones envejecidas y dejadas al abandono se esconde una amenaza silenciosa que está contaminando playas, destruyendo ecosistemas marinos y afectando la vida de cientos de especies en el Caribe colombiano.
Así lo revela un estudio internacional publicado por la revista Marine Pollution Bulletin, en el que participó la Universidad del Atlántico, que puso el foco en una problemática hasta ahora poco visibilizada: el impacto ambiental de los barcos de fibra de vidrio abandonados —también conocidos como «barcos fantasmas»— que se están acumulando en mares y costas de todo el mundo.
Y Colombia no es la excepción.
Un problema global, con rostro local
Según el estudio, cada año entre 250.000 y 500.000 toneladas de barcos construidos con fibra de vidrio llegan al final de su vida útil. Estos materiales, aunque resistentes al agua y al tiempo, son prácticamente imposibles de reciclar y, una vez abandonados, comienzan a liberar microplásticos y sustancias tóxicas que se esparcen por el océano y la arena.
En el departamento del Atlántico, playas como Puerto Velero, Punta Roca y Playa Mendoza han comenzado a registrar la presencia de estos cascos olvidados, convertidos en contaminantes invisibles. También se han hallado restos en Ciénaga y Taganga (Magdalena), Galerazamba e Isla Arena (Bolívar).

La Universidad del Atlántico, en el mapa de la ciencia marina
La participación de la Universidad del Atlántico en esta investigación marca un hito importante. El equipo local, liderado por el docente e investigador Nelson Rangel-Buitrago, aportó datos clave sobre la presencia y el estado de estos barcos en el Caribe colombiano, así como análisis de los efectos sobre la biodiversidad marina.
“Este trabajo demuestra que desde nuestra región también estamos produciendo conocimiento de impacto global. Nuestro grupo está comprometido con la protección de los ecosistemas marino-costeros y con la formulación de políticas públicas sostenibles”, destacó Rangel, quien también es editor en jefe de dos revistas científicas internacionales.
El proyecto incluyó la colaboración con instituciones de alto nivel como Ifremer (Francia), la Universidad de California, el Instituto de Ciencias del Mar de Corea del Sur, la Universidad de Coimbra (Portugal), y el Instituto Nacional Italiano para la Protección Ambiental, entre otros.
Tecnología para rastrear la contaminación invisible
Uno de los grandes aportes del estudio fue mostrar cómo nuevas tecnologías, como el uso de drones, imágenes satelitales y sensores de monitoreo, están ayudando a localizar estos barcos abandonados y evaluar su impacto. Además, se documentaron programas de reciclaje en países como Noruega, Francia y Estados Unidos que podrían servir de inspiración para Colombia.
“El problema no es solo ambiental, también es económico y social. La presencia de estos barcos afecta el turismo, la pesca y representa un riesgo para la navegación”, explicó el investigador.

Un futuro más limpio, desde la ciencia y la acción
Como parte de su proyección académica, el grupo de Geología, Geofísica y Procesos Marino-Costeros de la Universidad del Atlántico publicará en noviembre el libro “Plásticos en entornos costeros y marinos”, el primero en su enfoque en Colombia. Con él, buscan sensibilizar a la ciudadanía y a los tomadores de decisiones sobre la urgencia de actuar frente a esta amenaza creciente.
Hoy, los llamados “barcos fantasmas” ya no son solo leyendas del mar. Son una realidad tangible que se oxida en nuestras playas y flota bajo nuestras olas. Y la ciencia, desde la región Caribe, ya está dando la alerta.