El primer semestre del año cerró con cifras alarmantes para el departamento del Atlántico. Solo en junio, mes de 30 días, se registraron 74 homicidios, una cifra que no solo supera a la del mismo periodo de 2024, sino que revive los fantasmas de la violencia estructural en la región Caribe.
Barranquilla, su capital, se llevó la peor parte con 45 asesinatos, seguida de Soledad con 14. Pero los números, aunque fríos y duros, no cuentan por sí solos el drama que hay detrás de cada muerte.
Violencia que se repite y se multiplica
Dentro del sombrío conteo, seis fueron dobles homicidios: cuatro en Barranquilla, uno en Soledad y otro más en el municipio costero de Juan de Acosta. Además, se registró una masacre en Puerto Colombia, que estremeció tanto a la opinión pública como a las autoridades: tres muertos y nueve heridos durante una fiesta privada.
El 9% de las víctimas de junio fueron mujeres. De las siete asesinadas, cuatro fueron en Barranquilla, una en Soledad, otra en Juan de Acosta y una más en Puerto Colombia. La violencia de género se disfraza a menudo dentro del manto más amplio del conflicto urbano, pero sus rastros son inconfundibles.
El epicentro sigue siendo el área metropolitana
Del total de homicidios, 65 ocurrieron en municipios del área metropolitana. Los datos hablan por sí solos:
- Barranquilla: 45 casos
- Soledad: 14 casos
- Puerto Colombia: 3 casos
- Galapa: 3 casos
- Malambo: 1 caso
El resto de muertes violentas se repartieron en otras localidades del Atlántico: Juan de Acosta (2), Palmar de Varela (2), Campo de la Cruz (1), Baranoa (1), Candelaria (1) y Sabanagrande (1).
Comparativa con junio de 2024: la curva vuelve a subir
Si se compara con junio del año pasado, cuando se contabilizaron 62 homicidios en todo el Atlántico (58 en el área metropolitana), el crecimiento es claro: 74 en total y 65 solo en la zona metropolitana. Es decir, un aumento de 12 casos en todo el departamento y 7 en el corazón urbano.
La tendencia al alza preocupa. Mientras la ciudadanía reclama seguridad, los operativos policiales parecen insuficientes frente al avance de estructuras criminales, ajustes de cuentas, pandillismo y sicariato, que se ensañan con una juventud sin oportunidades.
La masacre de Puerto Colombia: el crimen que estremeció al Atlántico
El hecho más impactante del mes ocurrió el lunes festivo 2 de junio en una finca de Puerto Colombia. Lo que debía ser una noche de fiesta se convirtió en una escena de horror. Hacia la medianoche, cuatro hombres armados a bordo de dos motocicletas irrumpieron en una celebración privada y dispararon indiscriminadamente contra los asistentes.
Tres jóvenes perdieron la vida:
- Maciel Karina Gómez, 25 años, comunicadora social y DJ, recibió varios disparos.
- Luis Alfredo Vergara Julio, 25 años, fue impactado en el cuello y el rostro.
- Ronald José Alarcón, de solo 19 años, murió tras recibir tres tiros en la cabeza.
Nueve personas más resultaron heridas. Algunas de ellas lucharon por su vida en la Clínica Portoazul, donde también falleció una de las víctimas. La Fiscalía investiga si se trató de un ataque dirigido o si fue una acción de amedrentamiento de estructuras criminales que operan en el sector.
Una urgencia que no puede esperar
Lo ocurrido en junio no es un hecho aislado, sino la punta del iceberg de una situación compleja. Los factores que alimentan esta espiral —pobreza, impunidad, control territorial de bandas y escasa presencia estatal en algunos sectores— no son nuevos. Sin embargo, su intensidad y frecuencia crecen mientras la respuesta institucional parece ir un paso atrás.
En medio del luto de las familias, se impone la necesidad de revisar estrategias de seguridad, fortalecer la inteligencia criminal y, sobre todo, abordar las causas sociales que convierten a jóvenes en víctimas —y a veces victimarios— de una violencia que no da tregua.