lunes, junio 30, 2025

De decretazos, papeletas fantasma y constituciones que sí, pero no

En un país donde los mecanismos de participación se han vuelto casi más populares que el café, el presidente Gustavo Petro decidió volver a sacar la baraja democrática… pero con las cartas marcadas.

Primero intentó jugar su mano con un decreto de consulta popular para que el pueblo decidiera sobre reformas laborales. Spoiler: el decreto cayó como un castillo de naipes. El propio presidente lo derogó con el Decreto 0703 del 12 de junio de 2025, en un acto que parecía más un «oops» que un acto de responsabilidad constitucional.

Pero como buen ilusionista político, Petro no dejó que el show terminara ahí. Poco después apareció el nuevo truco: la “octava papeleta”, una figura que, en palabras elegantes, no existe en el ordenamiento jurídico colombiano. Pero bueno, en la era del post-hecho, lo simbólico manda.

¿La octava qué?

La referencia, claro, evoca la legendaria séptima papeleta de 1990, la chispa que dio origen a la actual Constitución. Pero ojo: esa iniciativa nació en un contexto radicalmente distinto —una Constitución distinta, bajo estado de sitio, con bendición de la Corte Suprema y el Ejército Nacional aún con botas embarradas de la toma del Palacio.

Hoy, en cambio, Petro propone una octava papeleta sin ley, sin control constitucional previo, sin Congreso, sin Senado y sin vergüenza, todo para convocar, supuestamente, una nueva Asamblea Nacional Constituyente que reforme —¿o reemplace?— la Constitución del 91. Todo muy democrático… excepto por la democracia.

¿Y la Constitución qué dice?

Artículos como el 104, 121, 258, y del 374 al 378 no son sugerencias, sino columnas vertebrales del sistema constitucional. La consulta popular necesita el visto bueno del Senado. Una asamblea constituyente necesita una ley. La tarjeta electoral debe ser oficial. Y la soberanía popular no se ejerce con papelitos en la urna, sino con procedimientos institucionales claros.

Usar la excepción de inconstitucionalidad (sí, esa herramienta para que un juez se salte una norma ilegal en casos puntuales) para saltarse el trámite con el Senado es como usar una curita para construir un puente.

¿Esto es una estrategia o una distracción?

Mientras el país lidia con homicidios al alza, EPS que caen como fichas de dominó, y una economía tambaleante, el Gobierno opta por alimentar una narrativa épica de confrontación institucional. Una épica donde Petro es David, el pueblo es la honda, y el Congreso, la Corte, la Registraduría y la Constitución son el Goliat.

El problema es que esta película no tiene buenos efectos especiales, ni final feliz garantizado. Lo que sí tiene es una peligrosa erosión del sistema democrático, una burla a la división de poderes y un uso cada vez más ligero de los mecanismos de participación ciudadana.

Legitimidad no es licencia para todo

Que un presidente sea elegido por el pueblo no le otorga licencia para reescribir la Constitución a voluntad. Menos aún cuando lo elige apenas un 28% del censo electoral. No se gobierna por mitología heroica, sino por institucionalidad. Porque si cada presidente pudiera inventar su propia papeleta mágica, estaríamos jugando a la democracia… con ruleta rusa.

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