En una pequeña celda diseñada para ocho personas, sobreviven hacinadas 68. No hay camas para todos, ni baños suficientes.
El calor es sofocante, el aire escaso y el agua potable, un lujo. Esto no ocurre en una cárcel de máxima seguridad, sino en la Estación de Policía Simón Bolívar, en Barranquilla, donde el hacinamiento ha alcanzado un inhumano 850%.
La escena se repite, con distintos rostros y porcentajes igual de escalofriantes, en cada rincón del sistema de detención en la capital del Atlántico. En total, las estaciones de policía albergan a 757 personas, cuando solo tienen capacidad para 310. El resultado: un hacinamiento del 244%, una cifra que no solo estremece, sino que denuncia una crisis institucional y humanitaria en plena expansión.
De estaciones transitorias a prisiones improvisadas
Las Unidades de Reacción Inmediata (URI) y estaciones de policía fueron concebidas como sitios de paso, con capacidad limitada y sin condiciones para largas estadías. Hoy, sin embargo, se han convertido en cárceles improvisadas donde los derechos humanos se diluyen entre barrotes oxidados y colchones en el suelo.
La Estación San José, por ejemplo, diseñada para 12 personas, alberga a 136 detenidos. En la Estación Norte, 102 personas comparten un espacio ideado para solo 16. Y el CAI de La Victoria, con capacidad para ocho, mantiene a 46 internos. La infraestructura colapsa, y con ella, cualquier garantía mínima de dignidad.


Las cárceles formales, también al borde
La situación no mejora en los centros penitenciarios establecidos. El Establecimiento Carcelario El Bosque, con espacio para 640 reclusos, hoy tiene 1.487. La cárcel La Modelo, con cupo para 454 personas, acoge a 558. El Centro de Rehabilitación Masculino El Bosque, que debería albergar a 300, mantiene a 400 internos. La única excepción es la cárcel femenina El Buen Pastor, que opera justo por debajo de su capacidad.
Estas cifras no son solo números. Son personas atrapadas en un sistema saturado, muchas aún sin condena, otras cumpliendo penas menores en condiciones que violan todos los estándares internacionales.
El sistema judicial, comprometido
Un reciente informe de la Personería Distrital, conocido por este medio, advierte que esta sobrepoblación no solo afecta la integridad física y emocional de los privados de la libertad, sino que compromete gravemente el funcionamiento del sistema judicial. Las audiencias se retrasan, los traslados son cada vez más complejos y la reincidencia se dispara en un entorno donde la resocialización es, en la práctica, una utopía.
Una crisis con rostro humano
«Mi hijo fue detenido por un hurto menor. Lleva seis meses en una estación donde no hay espacio ni para acostarse», relata María del Carmen, madre de un joven recluido en la Estación El Bosque. Su historia se suma a cientos, miles, que no alcanzan a ser escuchadas.
Mientras tanto, las autoridades locales y nacionales se enfrentan al reto urgente de reestructurar un sistema que hoy muestra sus fisuras más profundas. ¿Hasta cuándo?