El presidente Gustavo Petro firmó este martes el decreto que convoca oficialmente una consulta popular, cumpliendo su promesa de llevar al pueblo las decisiones más trascendentales del país. «Al pueblo, lo que es del pueblo», afirmó el mandatario al estampar su firma en un acto cargado de simbolismo político y de confrontación directa con los sectores que han bloqueado sus reformas desde el Congreso.
La noticia, confirmada desde la Casa de Nariño, ha desatado un verdadero cataclismo político en Colombia. Mientras simpatizantes del gobierno celebran lo que consideran un paso histórico hacia una “democracia directa y soberana”, la oposición denuncia un intento de saltarse los contrapesos institucionales y llevar al país hacia una peligrosa polarización.
“Colombia puede, y vamos a defenderla”, exclamó Petro ante un nutrido grupo de seguidores. El mandatario insistió en que “los poderes constituidos le han cerrado las puertas al cambio, pero el pueblo las abrirá de par en par”.
Aunque los detalles del contenido de la consulta aún no han sido divulgados oficialmente, fuentes cercanas al Ejecutivo aseguran que incluiría preguntas sobre reformas sociales, políticas y económicas que han sido frenadas o modificadas sustancialmente en el Legislativo. También se mencionan temas sensibles como el sistema de salud, la propiedad de los recursos naturales y la reforma agraria.
Reacciones divididas: celebración y alarma
El anuncio ha provocado reacciones inmediatas y encendidas desde todos los sectores del espectro político. Mientras figuras del Pacto Histórico celebran lo que consideran un acto de «coraje popular», líderes de la oposición y analistas constitucionalistas advierten que la decisión podría profundizar la ya crítica fragmentación institucional.
Desde el Congreso, varios senadores y representantes han pedido revisar la legalidad del decreto, al tiempo que sectores de la sociedad civil exigen claridad sobre los alcances reales de la consulta. El Consejo Nacional Electoral y la Corte Constitucional ahora enfrentan el reto de pronunciarse en un clima de alta tensión política.
El país se mantiene en vilo. La firma del decreto es solo el comienzo de una nueva etapa política marcada por la incertidumbre, el debate constitucional y, sobre todo, una nueva batalla por el relato nacional: ¿es esta la voz del pueblo abriéndose camino o una jugada riesgosa para concentrar poder?
Colombia se prepara para un nuevo capítulo de su historia democrática. Uno que, para bien o para mal, ya está en marcha.
