Una cadena de atentados en Cauca y Valle del Cauca deja cuatro muertos y expone la capacidad ofensiva de disidencias armadas. El terror, según la Policía, fue una “celebración criminal” por la muerte de alias ‘Mayimbú’.
La madrugada del martes 10 de junio no fue una más en el sur occidente colombiano. Mientras gran parte del país dormía, el Cauca y el Valle se despertaban bajo el estruendo de explosiones, ráfagas de fusil y el eco del miedo. En menos de 24 horas se perpetraron al menos 16 ataques armados que dejaron cuatro muertos —dos policías y dos civiles— y una estela de zozobra en poblaciones enteras.
El general Carlos Fernando Triana, director de la Policía Nacional, confirmó que la ofensiva habría sido organizada por estructuras criminales bajo el mando de alias «Iván Mordisco», como una especie de homenaje violento por el aniversario de la muerte de alias «Mayimbú», otro cabecilla de alto perfil dado de baja por la fuerza pública.
La escalada incluyó atentados con explosivos, hostigamientos, asesinatos selectivos y hasta el uso de drones con artefactos letales. Corinto, Caloto, Buenos Aires, El Bordo, El Patía, Villarrica, Timbiquí, Cali y Palmira fueron algunos de los escenarios de esta ofensiva sin precedentes recientes.
Ataques simultáneos, blancos múltiples
El primer golpe fue en Corinto, Cauca, donde un carro bomba fue detonado cerca de la estación de Policía, seguido por disparos que prolongaron el caos. Horas después, en El Bordo, un segundo vehículo cargado con explosivos fue activado, aunque sin dejar víctimas.
En Caloto, la violencia tomó un giro más letal. Un patrullero de tránsito fue asesinado tras un ataque con ráfagas de fusil a plena luz del día. No fue el único uniformado caído. En el peaje de Villarrica, otro agente murió luego de la detonación de un artefacto explosivo colocado con precisión cerca del puesto de control.
En Timbiquí y Buenos Aires, los ataques se centraron en bases militares y estaciones de Policía, usando artefactos explosivos lanzados desde la distancia. En El Patía, por primera vez en esta ofensiva, los criminales utilizaron drones para dejar caer explosivos, un recurso que evidencia su creciente sofisticación tecnológica.
Cali, también bajo fuego
La capital del Valle no fue ajena al caos. En cuestión de horas, tres estaciones de Policía fueron atacadas con explosivos: Meléndez, Los Mangos y el CAI Manuela Beltrán. Las detonaciones mataron a dos civiles: un cuidador de vehículos y un transeúnte que pasaba frente a una venta de frutas. Parte del comercio local también fue destruido.
¿Terrorismo o crimen organizado?
El general Triana habló de una “escalada criminal” orquestada por grupos residuales de las antiguas FARC, aunque el periodista Néstor Morales insistió en calificarla como una “oleada terrorista”. La semántica, aunque debatible, revela una preocupación de fondo: la sistematicidad de los ataques, su coordinación y su mensaje desafiante a la institucionalidad.
Triana defendió el trabajo de inteligencia que —aseguró— permitió frustrar el 70% de las amenazas planeadas por estos grupos. Una de ellas fue la instalación de seis cilindros bomba en la vía Palmira-Cali, los cuales fueron desactivados a tiempo.
¿Un mensaje de poder criminal?
El saldo de la jornada dejó más que muertos y escombros. Envió un mensaje: estos grupos aún tienen la capacidad de golpear simultáneamente múltiples puntos estratégicos, movilizar hombres y armas, y desafiar al Estado. La «celebración» de un líder criminal caído con una ofensiva armada revela la lógica de guerra que sigue marcando amplias zonas del país.
Las autoridades, por su parte, mantienen la alerta máxima en la región, mientras la población espera que no haya una segunda jornada de fuego. Porque en el sur occidente, la guerra no ha terminado: solo ha cambiado de rostro.