viernes, mayo 23, 2025

Secuestro de Lyan fue por una vieja deuda del narcotráfico: los Rastrojos cobraron con sangre lo que consideraban suyo

El secuestro de Lyan José Hortúa Bonilla, el niño de 11 años plagiado el pasado 3 de mayo y liberado días después, tuvo como trasfondo una vendetta del narcotráfico.

Así lo confirman fuentes de la Policía Nacional y organismos de derechos humanos, que señalan que el hecho no fue un acto aleatorio, sino una violenta represalia por una vieja deuda entre capos.

Según información conocida por este medio, el padre biológico del menor, José Leonardo Hortúa —alias Mascota—, fue heredero y testaferro del extraditado narco Diego Pérez Henao, alias Diego Rastrojo. Tras ser asesinado, su pareja, Angie Bonilla, madre del niño, habría quedado con el control de bienes y dinero de la organización. Pero los antiguos aliados de Rastrojo —ahora reagrupados en la disidencia Jaime Martínez, al servicio de Los Rastrojos— decidieron cobrar.

La orden inicial era secuestrar a Angie Bonilla o a su pareja actual, Joshua Suárez, pero al no encontrarlos, se llevaron al niño. Una fuente consultada aseguró: Fue un error, pero uno que sirvió para cobrar la deuda”. La presión mediática por la liberación del niño sirvió como catalizador para que, según se presume, la familia entregara parte de lo exigido.

La historia mezcla elementos de una novela criminal: traición, dinero escondido, y una advertencia brutal que dejó al país indignado. Las autoridades siguen investigando, mientras organizaciones de derechos humanos advierten del regreso del secuestro como método de “cobranza” entre estructuras criminales.

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