Un experimento realizado en 2021 probó si la pulpa de café, un residuo del proceso de cultivo del café, podría ayudar a devolver la vida a los bosques tropicales de Costa Rica. Investigadores de la Universidad de Hawái en Manoa probaron dos parcelas para ver cómo afectarían estos residuos a las tierras deforestadas, cubriendo una parcela de hierba con unos 50 centímetros de pulpa y dejando la otra intacta.
En cada lugar, la tierra había sido explotada durante años, bien para cultivar café, bien para criar ganado, y finalmente fue abandonada. Estaba dominada por gramíneas invasoras, principalmente una especie africana llamada hierba de palizada, utilizada para alimentar al ganado de pastoreo. Esta hierba puede alcanzar los 5 metros de altura cuando no es cortada por los animales de pastoreo, impidiendo que los bosques tropicales nativos vuelvan a crecer con facilidad.
Al cabo de dos años, la parcela reforzada con café mostraba una mejora espectacular. El 80 % de la parcela estaba cubierta por copas de árboles jóvenes, algunos de los cuales ya alcanzaban los 4 metros y medio (incluidas especies tropicales que pueden alcanzar los 18 metros de altura), frente a sólo el 20 % en la parcela no tratada. En la parcela con café, los árboles eran cuatro veces más altos por término medio, las muestras de suelo eran más ricas en nutrientes y se habían eliminado las hierbas invasoras.
Los resultados se publicaron en la revista Ecological Solutions and Evidence.
No sólo ofrece a los productores de café una forma sostenible de deshacerse de sus residuos, dice, sino que también acelera los plazos para recuperar los bosques destruidos.
«Es una situación increíble en la que todos ganan», destacó en 2021 Rebecca Cole, autora del estudio y ecóloga de la Universidad de Hawái en Manoa. «Los bosques tropicales tardan cientos de años en volver a crecer. Tener árboles tan altos en sólo dos años es realmente espectacular».
Hay que investigar más, reconoció, para conocer las repercusiones a largo plazo de la pulpa de café y saber si causa alguna contaminación imprevista.
Aún así, dijo Cole, «esto era realmente como un bosque con cafeína. Creo que es muy prometedor».
Los granos de café son las semillas de un fruto llamado cereza de café que, cuando se recoge, tiene el aspecto de una cereza roja o amarilla brillante. Para obtener los granos, los productores retiran la piel, la pulpa y otras partes peludas del fruto. A continuación, secan y tuestan los restos para obtener el café molido que termina en tu taza matutina. Aproximadamente la mitad del peso de una cosecha de café acaba como desecho.
En Costa Rica, según Rakan Zahawi, autor del estudio y director del Arboreto Lyon de la Universidad de Hawái en Manoa, dijo que los productores de café suelen llevar todos esos restos a almacenes donde se dejan descomponer.
Zahawi y Cole descubrieron que, al mezclarse los restos descompuestos de las hierbas con la capa rica en nutrientes del café, se crea un suelo fértil. Eso, a su vez, atrae a los insectos, que a su vez atraen a los pájaros, que sueltan semillas en la parcela, al igual que el viento.
Luego viene el renacimiento.
«Los dos o tres primeros años parece un caos, pero luego se produce una explosión de nuevas plantas», explica el autor del estudio. «Es tan rico en nutrientes que crecen como si tuvieran esteroides».
La clave, según descubrieron, era amontonar la pulpa, con una capa lo bastante gruesa en una zona lo bastante llana para que no la arrastrara el agua, y en un clima con un periodo seco que permitiera que el café se cociera de verdad. Esencialmente, se convirtió en un montón de compost.
«Si metes la mano en esta porquería, está muy caliente, no hirviendo, pero sí lo suficiente como para asfixiar (la hierba)», detalló Zahawi.
Una lona de plástico extendida por el campo y sujeta con pesos también mataría la hierba. Pero «entonces tendríamos todos estos residuos de plástico», comentó el director del Arboreto Lyon. Además, habría que aportar tierra nueva y fértil para atraer nuevas plantas.
Cole sostuvo que la forma más común de restaurar los bosques es plantar árboles. Pero, en comparación con verter los subproductos del café y dejar que la naturaleza se encargue de plantarlos, es un método caro y laborioso.