En el barrio Mundo Feliz de Galapa, la noche del domingo no fue como cualquier otra. Eran las 10:30 cuando una reunión entre amigos en una terraza se convirtió en una escena de horror. Las risas y la música quedaron opacadas por los gritos y los disparos. Dos hombres llegaron caminando hasta la vivienda ubicada en la carrera 36 con calle 16. No saludaron, no advirtieron. Uno de ellos sacó un arma y comenzó a disparar.
El blanco era claro: Rafael Francisco Castro Santiago, de 43 años, a quien muchos conocían como ‘Manco Castro’. No tuvo tiempo de correr ni de hablar. Cayó herido de muerte, mientras el resto trataba de entender qué pasaba.
Las balas también alcanzaron a Alberto José González Acosta, de 56 años, y a su hija, Sara Milena González Toscano, de 24. La terraza se convirtió en un caos. Vecinos salieron de sus casas, los gritos llamaron la atención de quienes dormían, y en medio del desespero, los heridos fueron trasladados al Hospital de Galapa.
Allí recibieron atención básica, pero pidieron la salida voluntaria. Quizás por miedo, quizás por desconfianza. Por sus propios medios llegaron hasta la Clínica Reina Catalina, en el municipio de Baranoa. Rafael Castro fue llevado directamente a cirugía. Las heridas eran profundas, las posibilidades pocas. A las 5:45 de la mañana del lunes, su cuerpo no resistió más. Murió.
La Policía no tardó en atribuir el ataque a un ajuste de cuentas entre bandas criminales. ‘Manco Castro’ tenía un historial conocido: cuatro anotaciones judiciales por tráfico, fabricación o porte de estupefacientes. Y un nombre que, según las autoridades, estaba en la mira de Los Costeños, grupo que se disputa el control territorial en el Atlántico.
La tranquilidad en Mundo Feliz fue interrumpida por la violencia que ya no distingue hora ni lugar. En una terraza cualquiera, un domingo cualquiera, la muerte volvió a tocar la puerta.
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