La noche apenas cedía ante el primer asomo del lunes cuando un resplandor anaranjado rompió la oscuridad del barrio San Roque, en pleno centro de Barranquilla. Eran cerca de las 4:00 de la mañana cuando el silencio fue interrumpido por sirenas, voces urgentes y el rugido de las llamas devorando una bodega de reciclaje.
Ubicada en la calle 37 con carrera 33, la sede de la Asociación de Recicladores FENALCICLAR ardía con furia. Dentro, toneladas de papel prensado y material inflamable alimentaban el fuego. El combate fue inmediato: siete máquinas y unos 60 bomberos se desplegaron en la zona, dirigidos por el teniente Richard Palomino. Pero no sería una tarea fácil.
Las llamas no solo alcanzaron la estructura: dos camiones, un montacargas tipo Yale y un carricoche utilizados para las labores de reciclaje quedaron reducidos a chatarra. La bodega quedó completamente destruida. Sin embargo, una tragedia mayor fue evitada. Gracias a la oportuna alerta del vigilante nocturno, no se registraron personas heridas.
La batalla contra el fuego se libró por más de cuatro horas. Mientras un frente de bomberos enfriaba las paredes de una bodega contigua —donde también se almacenaban materiales reciclables—, otros trabajaban desde la parte alta del galpón siniestrado. Equipados con máscaras y tanques de oxígeno, removían pacas humeantes y avanzaban entre escombros, en medio de una densa humareda visible desde varios sectores de la ciudad.
Las autoridades advirtieron sobre el riesgo de colapso del techo y pidieron a la ciudadanía mantenerse alejada. El incendio no solo dejó una bodega reducida a cenizas, sino también a decenas de recicladores sin su centro de trabajo, a la espera de respuestas sobre qué originó el desastre.
